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Editorial 411 - Dad a César y dad a Dios.

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 19 mar 2022
  • 3 Min. de lectura

Bendiciones de lo Alto sean para ustedes, amados lectores y compañeros de la fe en Jesucristo como el Hijo de Dios, dispersos en todo el orbe y que tenemos en común este idioma para dar testimonio de nuestro Señor: Paz, amor y gracia a ustedes, en su espíritu, amén.

En Lucas 20:25 se lee: Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios. Muchos interpretan este versículo de la manera literal, es decir, de dar el impuesto a las autoridades terrenales, pero también que Dios merece un impuesto (el diezmo) el cual debe darse puntualmente según el líder espiritual de la congregación disponga.

Lo cierto es que la frase acuñada por el Espíritu Santo en boca de Jesús va mucho más allá de la interrogante de los espías enviados a Cristo por los sacerdotes y escribas. De hecho, esta frase me inclino a pensar por el Espíritu que el Señor Jesús la declamó con cierto aire de fastidio y agobio en virtud de la hipócrita adulación de ellos cuando le plantearon la pregunta artera.

Incluye que César, al ser autoridad impuesta por Dios, además del tributo requiere de obediencia; lealtad en los términos de soberanía y territorialidad; aprecio y respeto por las leyes del Estado, región y comunidad local imperantes en cuanto lo político, social y convivencia sana se refiere; atención al servicio militar cuando se requiera; la atención hospitalaria y médica que el ciudadano tenga; así como la manutención de su propiedad de manera honesta, legal y que no altere el derecho de otros; el cuidado fiel de su bioma: flora y fauna circundantes que le procuren un equilibrio del ecosistema donde vive y trabaja. Así mismo, aplicar sus derechos de votar y ser votado, tránsito por el territorio del modo que la Ley disponga, no alterar el orden público y no ser espías o agentes anárquicos, como tampoco cómplices de criminales del fuero común o cuello blanco; atender la ciencia y tecnología de la época si esto le implica un crecimiento como ente productivo a su nación en forma y calidad, entre muchas otras cosas más.

El Señor Jesucristo cumplió con lo conducente, aún en el ministerio en lo tocante a su tiempo. Cumplió con la ley judía, pero también con la ley romana. Es decir, no anduvo en territorios prohibidos, no se hizo de afiliaciones políticas ni religiosas y mantuvo al margen (salvo en lo tocante a Herodes y esta cuestión del tributo, además del interrogatorio de Pilatos) de dar pie a deslices, pues él mismo cumplió su mandamiento: “en cuanto esté de vosotros estad en paz con todos”. Si él lo hizo, ¿por qué nosotros no?

Si no se cumple abajo en pagar impuestos, al quebrantar la ley, al abusar del ingenuo y practicar la mentira sistemáticamente para sacar ventajas, en no estudiar para ser de provecho en lo terrenal y en lo espiritual, en confundir idolatría con soberanía, en resistirse en seguir indicaciones sociales generales ¿cómo cumplir con el amor, la fe, la fortaleza, el dominio propio, la paciencia, etcétera, pues estos no son visibles, sino tesoros espirituales? Si en lo que se ve se falla, ¿cómo se le puede decir a Dios: “heme aquí”?

Amados, mientras no altere la fe, niegue a Jesucristo, implique un daño físico, espiritual fuera de toda proporción o que conlleve a traicionar a los hermanos en Cristo, hay que dar al César lo que es de César, porque haciendo eso, podremos ser capaces de dar a Dios lo que es de Dios -en otras palabras, atender lo que se ve para dar buen testimonio de conducta intachable para que la gente inconversa aprenda obediencia- y tenga testimonio de que es Dios quien así dispone haya leyes en los hombres, para luego cumplir las Suyas.

No puede venir el testimonio en el Espíritu si antes en lo terrenal no hay un orden, una paz, un cumplimiento, pues contraviene este principio espiritual dictado por Jesucristo. Es como si el Señor Jesús predicase el evangelio y fuese evasor de impuestos, revoltoso y sedicioso, mentiroso, ladrón, etcétera. Porque nuestro Padre ve, aunque nosotros no tengamos conciencia y sabe, cuando tenemos conciencia de los actos. Palabra dura, pero necesaria pues no podemos decir que servimos a Dios poniéndolo como excusa para prevaricar en las cosas de la carne, como si eso fuese válido.

El mismo Señor Jesucristo se desmarcó de eso y cerró la puerta al malhechor. Así que, si un hermano infringe la ley, se resiste sin razón espiritual a la autoridad, no cumple con sus obligaciones como ciudadano, no podrá ser usado para el ministerio en tanto cumpla con esa premisa.

Que el amor, la paz, sabiduría y amor del Señor Jesucristo sea en su espíritu hermanos, amén.

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