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Editorial 404 El pecado es necesario para no ser condenados. Parte 1

¡Oh, benditos hijos de la promesa! Servidores, creyentes y caminantes del camino hacia la vida por medio de la Verdad de Dios: que la fe, el amor, la gracia y, sobre todo, la sabiduría de lo Alto estén plenos y rebosantes en su espíritu, gracias a la dispensa que nos da el Señor Jesucristo para instruirnos perfectamente en cómo ser uno con el Padre, amén.

El día de hoy, me siento profundamente agradecido y en extremo gozoso que en humildad, discreción y lealtad al Señor Jesucristo me permita entender mejor mi humanidad, mi existencia en esta Tierra y el propósito para el cual nací.

Hace poco tiempo experimenté una situación interna de incomodidad, imperfección, incomprensión e irrealidad. Me hallé fuera de tiempo, espacio, confort y paz, en las cuales mi carne, alma y espíritu batallaron ferozmente sobre el por qué de muchos asuntos del reino. Es completamente normal que suceda esto, porque mi carne desea no morir y ser complacida; mi alma en ocasiones es seducida por lo de abajo y el Espíritu férreamente disputa a mi conciencia que no debo desatender el quehacer de los asuntos de Cristo para los cuales soy encomendado.

Esta batalla en particular no fue efímera, sino que duró varios días. ¿Por qué lo comento, amados? Porque es necesario demostrar con hechos lo escrito tanto en Mateo 26:41 (Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil) como en Marcos 14:38. Al estar inmersos en esta ficción llamada realidad, estamos sujetos a batallas internas, no solamente externas. Parte del quehacer nuestro es instaurar el reino de Jesucristo en nuestro corazón y mente, para que el alma experimente la paz de nuestro Señor y así el Padre nos conceda el crecimiento al tiempo.

¿Con esto quiero decir que soy débil? No, sino que el Espíritu me fortalece. Entonces, ¿soy imperfecto? Para el mundo, sí; para Dios, no. ¿Implico que soy perfecto? El Señor Jesucristo me da vida, Dios la fe y las obras y el Espíritu Santo el amor para buscar la perfección, por tanto, estoy en la progresión para alcanzarla. ¡Pero eres pecador, mentiroso! Cometo pecados ciertamente, pero ya no soy pecador y a partir de aquí explico por el Espíritu a qué me refiero.

Tenemos que aprender a desmitificarnos, porque ser santo no significa ser un ente mitológico como la religión lo pone, una situación imposible como la lógica humana lo plantea o un sueño guajiro (utopía) como el mundo filosófico lo enseña. Ser santo no es ser “perfecto” -en cuanto a las normas del mundo- sino ser perfecto en los términos de Dios. ¿Qué diferencia hay?

Que para que seas hallado perfecto en la perspectiva de la Deidad debes tener:

a) Fe cierta, puesta y dispuesta en que Jesucristo es el Hijo de Dios y que Él lo levantó de los muertos

b) Ser de oído dócil para oír y guardar las palabras del evangelio de Jesucristo

c) Ser obediente en los mandamientos de Jesucristo cada vez más

d) Dar testimonio de las buenas obras ante el mundo que el Espíritu te mandase a hacer porque Dios así las preparó con antelación para que las hagas

e) Renunciarte a ser tú en lo terrenal, para que la esencia espiritual de Cristo sea en ti

Entre muchas otras características. ¡Pero está Romanos 3:21-26! Que dice:

21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;

22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,

23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,

24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,

25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,

26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.


Y también dice en Romanos 3:10, basado en Eclesiastés -el pensamiento antes de la gracia-:

10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;

Por si fuera poco, también pueden decirme lo que dice el mismo Jesús en Juan 5:41:

41 Gloria de los hombres no recibo.

Además de Juan 8:24:

24 Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.

No olvidemos agregar lo que dice 1ª Corintios 6: 9-11:

9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,

10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.

11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.

¡Oh sí! Lo que dice 1ª Timoteo 1:8-11 es digno de recordarme porque está escrito:

8 Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente;

9 conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas,

10 para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina,

11 según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.

Y por último, la cereza en el pastel: Apocalipsis: primero 21:7-8:

7 El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.

8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Y finalmente, 22:14-15:

14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.

15 Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.

¿Ves, hermano? ¡Estás mal! Todo esto dice que el pecado te condena y vas al lago de azufre.

Pues, no dice eso, al menos no tajantemente y no en el único concepto puritano, hipócrita, sutil y engañador que muchos advenedizos y lucradores del mal dicen y se rompen la garganta para infundir terror en detrimento de la fe entre las ovejas del Señor Jesucristo. No es propósito ahora explicar todo esto al detalle, porque en un nuevo libro se verá este asunto con precisión quirúrgica el contexto, aplicación y enseñanza de esta palabra de Dios que me han sacado para intentar justificar el aspecto religioso y esclavizante.

Leyendo todo lo anterior con la leuda impuesta en la iglesia (incrustada en el ecumenismo, vaticanismo, judaísmo y otras variantes diabólicas) diría de lo que está escrito en Lucas 18:26: Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién pues, podrá ser salvado?, que es acertadamente la premisa que muchos incrédulos y débiles ponen como pretexto para no creer como es debido.

Nada más que, amados hermanos, es Jesucristo quien limpia, es la fe en él lo que salva y es en el amor y en el Espíritu lo que evitan que cometamos pecados. Es decir, como dice el título, el pecado es necesario para no ser condenados. Necesario porque como el hombre cayó en desgracia, para no ser aniquilados en el acto, o bien, desechados ipso facto como la serpiente antigua estableció que el pecado se quedase en la carne del ser humano. Fue preferible eso a ser extirpados de un golpe.

Hasta aquí dejo este inmenso tema, pues es necesario delante del Señor tomarse el tiempo, en el siguiente editorial verá la segunda y última parte que le recomiendo tenga esta primera parte leída y así tenga el hilo doctrinal planteado por el Espíritu para ustedes por gracia.

Que el amor, la paz y gracia del Señor Jesucristo sea en ustedes amados hermanos, amén.

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