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Editorial 395 - Jesucristo como el Hijo de Dios. Parte 1.

Que la paz, amor y gracia del Señor Jesucristo esté con ustedes amados hermanos en su espíritu, amén.

Pues bien, me parece pertinente comentar el contenido doctrinal hallado en ciertos versículos que compartiré con ustedes y dar la revelación acerca de algunos aspectos muy importantes en las citas que hemos considerado trascendentales bajo la óptica del Espíritu Santo, puesto que de esta manera es como llegamos a comprender más el conocimiento de Dios por medio del Cordero Inmolado, nuestro Señor Jesús. En esta serie de cinco editoriales (396-400) deseo destacar la importancia del orden de lectura de los diversos textos, pues la revelación es progresiva y por esto es que en la primera parte de este escrito epistolar expongo contenidos extraídos de los evangelios para que sean sabios y entendidos en la salvación.

Aquí podrá ver la practicidad de confesar y creer en el nombre, así como lo sencillo que es en el Espíritu confesar al Hijo de Dios en nosotros, pues así en la vida diaria conforme vayamos creciendo espiritualmente será parte de nuestra identificación con el Padre y desentendimiento gradual con el mundo.

Es importante señalar lo anterior, porque Jesucristo no tiene parte ni suerte con algo material (tierras, religión, dinero, poder terrenal, etc.).

Comienzo pues, leyendo el primer versículo que se encuentra en MARCOS 5:7 QUE DICE:

Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.

El contexto de este versículo es el pasaje donde Jesús echó fuera a Legión, un cúmulo de demonios dentro de cierto hombre que asolaba la región de los gadarenos. Cuando este hombre atormentado ve la figura de Cristo acercarse caminando, corre y se postra declamando esa voz. ¿Por qué lo hace? Porque ellos saben quién fue Jesús, y a pesar de su entonces forma humana, no dejaba de ser el Hijo del Dios Altísimo. Ellos, al ser ángeles antes de caer de su dignidad y gracia tuvieron su conocimiento de él, pues él estaba con Dios desde antes de la fundación del mundo. Por esto se postraron y le rogaron, porque le conocían. Sin embargo, Jesús no podía permitir que ellos hicieran eso (confesarle como el Hijo de Dios) porque quiere que sea de los hombres creyentes con fe tal honra y no de los adversarios. Así pues, les concede ir al hato de cerdos y estos se despeñaron.

¡Aleluya! ¡Nuestro amado Señor Jesús tiene poder, presencia y es reconocido por todos los seres espirituales! Pero ¿Por qué en la Tierra se le resisten muchos? Debido a la ignorancia unos y por causa de la rebeldía otros, pero nosotros amados hermanos, tenemos que ser heraldos de esta verdad, anunciarla y creerla de todas las maneras posibles.

Parte de nuestro testimonio es asegurarnos que todos los que nos hayan de oír lo hagan, para que sean notificados apropiadamente de esta verdad y se lleven de tarea el meditar u olvidar, el aceptar o rechazar, el oír o ignorar y por ende, creer o no creer.

Hasta aquí el primero de cinco editoriales. Que el amor, la paz y la gracia para que en su corazón tenga a bien cimentarlo en el nombre del Señor Jesús sea en todos ustedes hermanos, amén.









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