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Editorial 393 Los dones del Espíritu Santo.Parte uno.

Que el amor, la gracia y la paz del Señor Jesús llene sus corazones y abunde en su espíritu, amados hermanos.

Me complace por el Espíritu Santo abordar un tema por demás interesante. Les escribo amados hermanos acerca de una conversación que sostuve con un cierto predicador que se dio la fama de tener muchos dones del Espíritu Santo, hablando en una egoísta primera persona y con desaire y desprecio a muchos creyentes, incluido un servidor de ustedes “por no profesar la fe” que él tiene. Pero amables lectores, escrito está que debemos ser mansos como palomas y astutos como serpientes puesto que engañadores como este personaje de quien refiero en esta ocasión embauca a los neófitos y a quienes no se cimentan en el sano conocimiento de Dios por medio de la doctrina de Jesucristo, Señor nuestro.

Verán qué dice la escritura al respecto de estos dones, los cuales, por el mismo Espíritu declaro: no es posible que un solo varón tenga demasiados o todos los dones en sí mismo, pues solamente hay un Maestro y Señor de todos: el Hijo de Dios y de ahí él asigna los ministerios y el Espíritu Santo asigna los dones a quienes ellos juzguen como dignos de tales encomiendas. Ser parte de un don ya acarrea mucha responsabilidad ante Dios y no olvidemos que la carne y el enemigo hacen su parte en intentar desgastar.

Precisamente por esto toco este tema, para que seamos sabios, prudentes y, por tanto, celosos de no ser las víctimas favoritas de los enemigos de Dios.

Dice en 1ª Corintios 12:8-9, leyendo pausadamente cada don en particular el versículo 8 primera parte: 8 Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; donde la sabiduría es el hecho de tener el poder cerebral de acopiar datos, conceptos, números, evidencias acerca de cuestiones naturales y sociales desde una perspectiva del Espíritu y de Dios y no como las filosofías y corrientes ideológicas o almáticas del hombre tienen como saberes. Un hermano potentado en esto puede explicarte sobre el cómo y porqué de las cosas (esencia, propósito, motivo y razón), tiene el léxico para hacerte entender cómo Dios opera en las situaciones de la vida, de qué manera la biblia cubre prácticamente todo el inicio de la vida y además, aterriza todo a los pies de Jesucristo.

Quien te diga que él es alguien, que él es revelado, su nombre y apellido con orgullo, menciona la institución que lo patrocina o el “ministerio” humano que lo acoge (porque no existe este término de ministerio como asociación religiosa o de culto, sino como un deber personal y de grupo espiritual humilde y al servicio de quien los envió) el tal hombre es un impostor. Así que cierra tus oídos a sus lisonjas y no seas partícipe de sus malas obras.

En la segunda parte del versículo 8 se lee: …a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; en donde ciencia se refiere a la profundidad de los conocimientos espirituales y tesoros inescrutables de Cristo: doctrinas, revelación de misterios bíblicos y experticia en el uso de la mente de Cristo, sabiendo la mente de Dios de ampliar más lo ya que se sabe o bien lo que se desconocía; acusa el error de los que no saben y exhibe con maestría espiritual a los engañadores. Este varón (no hay mujeres en este don) enseña la actualidad de muchas revelaciones y profecías. Nunca lo verás discerniendo el pasado (para eso está el experto el don de sabiduría que de todas maneras te llevará a Cristo), sino el presente que es Cristo.

No hay que confundirlo con el don de profecía que se verá más adelante. Quien te diga que tiene el don de ciencia y te habla de Daniel, Isaías, Ezequiel, Moisés, Samuel, Job y pretende dar cátedra de ellos, el tal no es enviado de Cristo, sino fariseo que enseña en las sinagogas de satanás, pues el mismo Cristo enseñó a Daniel cosas que atañen solo a los judíos y no a nosotros. Por tanto, la ciencia para todos también nace, se perfecciona y culmina en nuestro Señor Jesucristo. Punto.

El tercer don es una especialidad en el ejercicio de la fe, escrito en el versículo 9, primera parte: a otro, fe por el mismo Espíritu; si bien es cierto que todos debemos tener fe para ser salvos y a todos se nos da este don al creer y mantener nuestro presente y futuro cimentados en Cristo obedeciéndole, en algunos sube a lo sumo al grado tal que convencen a muchos con el denuedo con el que hablan, dan testimonio de obras espirituales no vistas comúnmente y sobre todo, practican la lealtad al santo evangelio, doctrina pura y humilde obedecer a nuestro Salvador y Maestro confesándole con liberalidad Señor.

Quien se empeñe en gritar, en manotear como desesperado, en asustar con discursos conminadores, en abusar usando en vano el nombre del Señor haciendo referencia a sus antiguos títulos en el periodo hebraico antes de Cristo, el tal no es más que un merolico sin fe, solo con aspavientos que no sabe lo que dice, porque el Espíritu no les revela nada y solo repiten salmos, proverbios o versículos singulares de profetas. Espectáculo que causa pena a los que realmente conocen la palabra de Cristo y no les dan micrófono porque salen de su parafernalia religiosa. Si tienes fe, el denuedo no es escándalo: es seguridad de tus palabras y las compruebas con tus hechos. Sabe hermano: sé juicioso, escucha y cree lo que te dice el Espíritu Santo en esta hora.

La segunda parte del noveno versículo dice: y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. El Espíritu Santo provee del mismo poder sanador de Cristo a estos varones, los cuales, siendo puros de corazón manso y sensible, tienen la mente de Cristo para saber cuándo, cómo, quién y por qué sanar. Nunca imponen manos a la ligera, no se anuncian en radio, televisión, prensa o internet. No cobran ni estorban a la fe, sino que, al sanar el cuerpo, también pueden sanar el alma con palabras de consuelo, especialmente confeccionadas por el Padre para estas almas que antes estaban en desgracia, ahora rescatadas y subsanadas por estos siervos humildes de Cristo.

Cualquiera que te quiera sorprender de sanador, prueba su espíritu: pregúntale si confiesa que Jesús vino a manifestarse en la carne, si confiesa y cree que Jesucristo es el Hijo de Dios y que, si viene por el nombre del Señor Jesús, no de Jehová. Los engañadores ya están descritos arriba: solo son mercaderes de las penurias y contra ellos solo tengo que decir que su recompensa ya la tienen con ellos: que su dinero perezca con ellos, pues la misericordia de Dios no tiene precio y estos engañan cruelmente.

Debido a la extensión del tema, en el siguiente editorial se verán los siguientes seis dones. Por ahora, baste analizar y meditar en el Espíritu, dador de los dones, este conocimiento para que ustedes hermanos, sean sabios de entenderlos, desearlos, pedirlos y ejercitarlos como en el Señor conviene para no ser hallados impostores.

Que la sabiduría, el amor y la paz del Señor Jesús los lleve a comprender estos temas, y los atesoren en su corazón y espíritu, amén.

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