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Editorial 389 El poder de la obediencia

Amados hermanos: que la paz, la gracia y el amor del Señor Jesucristo rebosen en su espíritu, amén. Estamos gozosos porque en el Señor Jesucristo estamos guardados de todo mal, en su amor nuestra esperanza se mantiene fuerte, a pesar que ciertos afanes o circunstancias terrenales parecieran mancharla con ansiedad.

Lo cierto es que es parte del menú de experiencias que el Señor nos da para que aprendamos de ellas, bien para testimonio al mundo, bien para nuestro crecimiento espiritual. Sabemos que aspectos como el amor, la fe, la esperanza, el dominio propio, la santidad y el poder del Espíritu Santo manifiesto a los hijos espirituales de Dios -entre muchos otros más- son importantes para medir nuestra valía como vasos de honra; no obstante, el precedente que lleva a que todo lo anterior tenga sentido y valía radica en un principio espiritual llamado obediencia.

Hablemos del amor: para practicar el amor deben realizarse acciones precisas tales como: Mateo 5:21-26; Mateo 5:38-48; 1ª Corintios 13 y 1ª Juan 2: 7-17 -entre otras muchas más-, las cuales no pueden ser hechas si no se tiene un sentido claro de la obediencia primero.

En cuanto a la fe, pueden recordarse algunos ejemplos en: Mateo 8:10, Mateo 9:29, Mateo 15:28, Mateo 17:20, Mateo 21:21, Lucas 17:19, Hechos 3:16, Hechos 11:24, Hechos 14:9, Hechos 14:22, Romanos 3:21-28, Romanos 4:20-22, Romanos 5:1-2, Hebreos 10:22 y Hebreos 11, todos los cuales, sin obediencia simplemente no existirían.

Para la esperanza, los siguientes pasajes: Hechos 24:15, Romanos 5:2, Romanos 5:5, Romanos 8:24, Romanos 15:13, 1ª Corintios 9:10, 2ª Corintios 1:7, Gálatas 5:5, Efesios 1:8, Efesios 4:4, Colosenses 1:3-5, Colosenses 1:23, 1ª Tesalonicenses 1:3 y 1ª Tesalonicenses 5:8 citados como unos pocos ejemplos, concluyo en el Espíritu que sin obediencia a estas instrucciones la esperanza de alguno vale nada.

Si se analiza al dominio propio desde lo que se relata en Hechos 24:25 y lo que se enseña tanto en 2ª Timoteo 1:7 como en 2ª Pedro 1:5-7 con la anuencia del Espíritu Santo se establece que la obediencia activa todas las promesas dadas para ejercer el poder y la santidad como conviene en los términos que Cristo espera se cumplan.

Mas ¿qué es la obediencia?

Es una virtud dada por Dios al hombre por la cual se le capacita de seguir toda instrucción precisa en total lealtad y apego a lo que se le comande.

Por lealtad me refiero a la confianza y seguridad de que la instrucción será ejecutada como quien instruye espera se realice, dejando su alma en paz y quietud, armonizando la relación con quien obedece. O sea, que al obedecer se fortalece y formaliza un lazo entre quien comanda y obedece: primero es confianza, luego aprecio, después un compromiso mutuo y al final, un amor entrañable.

En cuanto al apego, me refiero a la perfección de la obra: las palabras convertidas en hechos 100 % compatibles con la orden dada. En otras palabras, quien obedece procura tener un grado de perfección en lo que realiza para agradar a su superior en lo máximo posible, para de este modo hallar gracia, estima y consideración de quien ejerce autoridad. A continuación, me complace presentar algunos argumentos neotestamentarios que sustentan lo que menciono, amados hermanos lectores:

Romanos 1:1-7:

1 Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios,

2 que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras,

3 acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne,

4 que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,

5 y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre;

6 entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo;

7 a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

En esencia, esta introducción explica el por qué Pablo es apóstol de Jesucristo, el porqué predica a Jesús como el Hijo de Dios y el modo en cómo él recibió esta encomienda. Especifica que la fe debe ser el resultado de una obediencia precisa para realizar esta obra: el apostolado, a los hermanos en Roma (enseñarles y encauzarlos en la sana doctrina de Cristo: la voluntad de Dios en nuestros tiempos).

También la obediencia sincera y completa da como fruto la bendición, promesa o recompensa de parte del superior. En este caso, el Padre sobre Cristo Jesús, al premiarlo por su obediencia sin chistar de forjar el camino de salvación a la pecadora Humanidad, como dice Romanos 5:19: Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

La obediencia de Cristo garantizó nuestra salvación. La obediencia de Cristo es un fruto del amor que nos tuvo a quienes creemos en él como el Hijo de Dios, siendo lo anterior conclusión de lo que el Espíritu revela en Hebreos 5:7-10:

7 Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.

8 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;

9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;

10 y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.

Entre otras cosas más. El contexto a los hermanos hebreos es precisamente hacer hincapié en la obediencia de Cristo que le garantizó sustituir tanto a Aarón como Melquisedec en el ejercicio del ministerio del sacerdocio, dado que el ministerio dado a Aarón y el pueblo cayeron en desgracia con el tiempo por amar la desobediencia y Cristo sujeta a todos los que le crean a la obediencia al Padre.

Una obediencia sincera a los mandamientos, ordenamientos y consejos que Cristo nos da para agradar al Padre de buena voluntad no pasa desapercibida, Romanos 15:17 al 19 refiere cómo los verdaderos siervos en el ministerio genuino destacan:

17 Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere.

18 Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras,

19 con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.

Y en cuanto a la grey en general, sujeta en lo espiritual a lo que se establece en cada rol dentro de la iglesia también el Espíritu Santo nos consuela y motiva a seguir así en Romanos 6:19-20:

19 Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal.

20 Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.

En otras palabras, congregación o iglesia que en su conjunto obedezcan todos los lineamientos de Jesucristo, no permitirá nuestro Salvador que satanás destruya su obra de perfeccionamiento, evitando caigan en el desfiguro cruel y nefasto de ser sinagogas de satanás.

Al mismo tiempo, entre hermanos esta obediencia es tan deliciosa y suculenta para nuestra alma que constituye un alimento espiritual como el amor, la fe y la paciencia, pues el hermano Pablo exaltó está virtud cuando escribió en 2ª Corintios 7:14-16 lo siguiente:

14 Pues si de algo me he gloriado con él respecto de vosotros, no he sido avergonzado, sino que, así como en todo os hemos hablado con verdad, también nuestro gloriarnos con Tito resultó verdad.

15 Y su cariño para con vosotros es aún más abundante, cuando se acuerda de la obediencia de todos vosotros, de cómo lo recibisteis con temor y temblor.

16 Me gozo de que en todo tengo confianza en vosotros.

De hecho, el clímax de todo el evangelio, la razón de la perfección y la promesa de los mejores y más exclusivos galardones se centran en la obediencia total y de buena voluntad a lo que Jesucristo dejó expresado por el Espíritu Santo para nosotros a través de sus diferentes apóstoles y ahora, el cuerpo de hermanos maestros revelados para aclarar todo lo que se ha escrito. Pongo a su consideración lo escrito en 2ª Corintios 9:12-14:

12 Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios;

13 pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos;

14 asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros.

Dicho de otro modo, la obediencia a nuestro Señor Jesucristo implica recibir el privilegio de testimonio y poder aquí en la Tierra, la materialización de la aspiración a la perfección y, por ende, el derecho a gozar del mejor galardón disponible a quienes sin limitación alguna transiten en este andar espiritual.

Pero, como todo en esta Tierra no es fácil de alcanzar: algunos se escudan en el conocimiento en detrimento de la fe; otros en el dinero en lugar de la esperanza; otro más en las acciones vistosas y faramallas que en el amor. El apóstol Pablo por el Espíritu nos alecciona de esto en 2ª Corintios 10:3-6:

3 Pues, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;

4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,

5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,

6 y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.

¿Por qué?

Porque el correcto ejercicio de la obediencia a nuestro Señor y Salvador Jesucristo es el mejor sacrificio de alabanza al Padre, constituyendo un lazo de amor, fidelidad y apego a la Deidad, según Filemón 1:21: Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aun más de lo que te digo, en clara referencia al amor fraternal, donde ahora sí, amando y obedeciendo el mandamiento de la ayuda mutua sin condición se ama al hermano que se ve y a Dios quien no se ve.

Y el mismo Pedro nos confirma lo anterior en 1ª Pedro 1:22-23:

22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;

23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

Revelándonos que esta es la verdadera vida espiritual, la que nos asegura victoria, perfección y la manera más eficaz de partir de este mundo: completar todas nuestras asignaturas antes de tiempo y partir con las mejores credenciales a la vida eterna, cuando Cristo venga por nosotros y nos recompense en su tribunal.

Así que, hermanos, en conclusión: si en verdad desean ser elogiados por Cristo delante del Padre, sírvanse a obedecerle en todo, así como él sujetó hasta la muerte, así también nosotros fieles en todo, en lo poco, hasta nuestra muerte. Cuando pasemos a vida, nuestro Cristo amado nos amará más todavía y el Padre nos consolará, estando en la eternidad con ellos. Amén.

Que el entendimiento, la humildad, la paz, gracia y obediencia al Señor Jesucristo sea en todos ustedes amados hermanos, amén.

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