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Editorial 387 - Cristo: Cabeza de todo

Que el amor, la paz y gracia del Señor Jesucristo sea en ustedes amados hermanos, amén. En esta ocasión nos goza en el Espíritu tener la colaboración de un amado hermano quien se ha fortalecido en la santidad y lectura en el orden que nos ha mostrado el Espíritu, y he aquí su aportación, para la honra y gloria de nuestro Señor Jesucristo, lo que el mismo Espíritu le inspiró a escribir. Confiamos en el Señor que también les causará gozo ser edificados en esta palabra:

Sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. Efesios 4:15-16

Por la revelación que nos ha dado el Espíritu Santo a través de andar por el Camino hacia la Verdad y la Vida, se entiende que el resultado de crecer y ser edificados en amor es la obtención de una recompensa por la atención y obediencia a su palabra: esta es el acarreamos bendiciones para nuestra vida, siendo por excelencia ese hombre obediente -nuestro Señor Jesucristo al haber hecho la voluntad perfecta del Padre en su ministerio aquí en la Tierra- le corona premiándolo. Ahora, leamos con atención el siguiente pasaje:


Efesios 1:22-23 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.


Tras leer este texto queda claro que nuestro amado Salvador es la cabeza de TODO y la iglesia es su cuerpo. La carta a los efesios encierra un mensaje corporativo a la iglesia en temas como la funcionalidad, operación, integración y estructuración; los miembros del cuerpo deben de estar inmersos en Cristo y sus enseñanzas y, por supuesto, transmitirlas al mundo, con la salvedad que solo sea doctrina pura de Jesucristo. La base de esta carta es el amor: sin el amor no hay crecimiento en el Señor.


En Efesios 4:1-10-16 el apóstol Pablo nos exhorta “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.

Los hijos de Dios deben, en esencia:

a) fundamentar su conocimiento en Cristo,

b) saber qué tipo de bienaventuranzas poseen,

c) guardar los mandamientos de Jesucristo,

d) saber qué talentos se tienen, ponerlos en las manos del Maestro y practicarlos,

e) dejar que el Espíritu Santo les muestre y guíe al amor

Para que su crecimiento espiritual sea sano -alimentado sin ninguna leuda- ya que hay que recordar lo que está escrito en Colosenses 3: 12-17 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Concluyendo que, en Jesucristo como prioridad en todo, no solamente estamos salvos, sino que crecemos, somos útiles en toda buena obra por el Espíritu y, en consecuencia, somos luz y sal del mundo, porque él como nuestra cabeza nos enseña a andar como él anduvo.

Es verdad que la vida en Cristo no es fácil como muchos pretenden hacer creer, pues la realidad es lo que se describe en 2ª Timoteo 3:12 Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución; más los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.

No obstante, Dios Padre nos asegura bendiciones increíbles por medio de su Hijo, ¿quién puede decir que asistir a su propio funeral sea grato? El tomar todos los días nuestra cruz y seguirle, perdonar, amar, ser señalado, criticado por el mundo y librar los dardos del enemigo, van teniendo menos importancia sin dejar de atenderlos con la renovación del pensamiento con la Verdad del Hijo del hombre, nuestra fe, haciendo cumplir hasta poder decir: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí, como está escrito en Gálatas 2:20.

De modo que, para pertenecer a la iglesia de Cristo debemos de estar provistos de amor para dar sin medida a los hermanos, al prójimo, a nuestra esposa(o), a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros enemigos, inclusive a nosotros mismos. Bajo la definición perfecta del amor en 1ª Corintios 13:4-7:

4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;

5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;

6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.

7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta

La iglesia se mueve en el mundo como cuerpo solamente si hace la voluntad de Cristo su cabeza ¡vamos iglesia movámonos en el amor y poder que el Señor nos otorga! Y es que, sin amor, como se halla escrito en ese mismo capítulo de Corintios resulta que:

a) Vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.

b) Nada soy.

c) De nada me sirve.

Las obras sin fe y sin amor, nada son: en vano hacerlas e ignorado quien las pregona. Y como Jesucristo no solamente vino por obediencia al Padre, sino además por un amor verdadero hacia quienes seríamos parte de su hermandad es que su obra se perfeccionó. Así como él se sujetó en TODO al Padre, así ahora nosotros -andando como él anduvo- debemos estar sujetos a Cristo EN TODO. Amados hermanos: no erremos, sujetémonos todos a lo escrito en el nuevo pacto, donde está la nueva voluntad de Dios: oír y creer a Jesucristo, para salvación, luego edificación y finalmente, perfección.

La paz, el amor y la gracia del Señor Jesucristo es con ustedes, en su espíritu hermanos, amén.

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