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Editorial 384 - Carta a los hermanos en la iglesia del Señor Jesucristo en la República de Cuba

Amados hermanos, la paz, gracia, amor y esperanza del Señor Jesucristo sea y crezca en todos ustedes, en su espíritu. Nosotros, los hermanos apostados en la ciudad de las montañas para el testimonio de nuestro Señor, Salvador y Maestro: gloria y honra damos al Hijo de Dios, Salvador de los hombres, amén, les enviamos un gran saludo y nuestro amor fraternal.

Preciosos de nuestro Padre: damos gracias al Dios de nuestras vidas y Creador de todo lo que hay porque haya concedido podamos tener una oportunidad para escribirles y decirles que hemos orado por ustedes para que el Señor les fortalezca en su peregrinar por este mundo, a fin de que alcancemos la estatura del varón perfecto en fe, amor, conocimiento y testimonio en Jesucristo.

La nación en la que el Dios que da vida eterna -a quienes creen en Su Hijo y le confiesan como el Hijo de Dios- ha dispuesto tengan a bien vivir, pues de manera histórica ustedes han sufrido y sobrevivido a diversas penalidades, propias de las envidias de los muertos quienes gobiernan las naciones ricas y poderosas y no ha permitido su país fenezca víctima de ambiciones.

La nación cubana es sinónimo de resiliencia y fortaleza. Pero no solamente los inconversos sino también la propia hermandad de nuestro Señor Jesucristo establecida ahí en ocasiones se ve probada para evaluar la calidad de la fe.

Hermanos, ahora toda la Tierra se ve probada, conforme a lo que está escrito, en modo de redargüir de pecado a algunos, la anunciación de la aproximación del fin de los tiempos a otros y la salvación para quienes creen en el nombre de Jesucristo.

En esta tercera premisa debemos siempre tener como bandera que ondee sobre nuestras cabezas. Así como ustedes hermanos han resistido pruebas mil, así ondee esta fortaleza espiritual en confesar el santo nombre del Señor Jesús en toda villa, pueblo y ciudad de su nación. Recordemos en la parábola del rico y Lázaro, que el maltrecho y empobrecido Lázaro en este mundo sufrió sus males y en el paraíso fue consolado. Así también nosotros hermanos, siendo probados, perseguidos, aborrecidos e ignorados por muchos, seremos consolados de nuestras aflicciones y tribulaciones cuando el SEÑOR JESUCRISTO venga por su iglesia.

Pero para que esto suceda tenemos que mantenernos firmes en nuestra fe, en confesar y nunca negar a nuestro Señor Jesucristo como el Hijo de Dios, en guardarnos en el amor de Dios y en dejar que el Espíritu Santo nos mueva para cumplir la voluntad de Dios en nosotros, hermanos. Ni la pandemia, ni las políticas extranjeras, ni las cuestiones de tormentas, incendios o huracanes, como tampoco ideales políticos nos pueden separar del amor de Dios, nuestro amado Padre.

Un poco de padecimiento es necesario, de modo temporal para que en cambio una eternidad, en compañía de nuestro buen Señor Jesús alabemos al Padre por siempre y para siempre.

No desmayemos, pues, sigamos caminando el Camino hacia la Vida por medio de la Verdad, hacia el Verdadero por el Espíritu Santo hermanos. Estas palabras de consuelo les hacemos llegar, porque nuestro Padre les proveerá de cuanta cosa puedan necesitar para tener su vida en paz, en salud, en gozo y en esperanza viva, para vivir por Cristo y morir por amor a él a nuestra vieja manera de ser, como el mundo lo hace.

Rueguen por sus autoridades, clamen al Padre en el nombre del Señor Jesucristo por sus necesidades nacionales, regionales y locales, pero no pidan pro riquezas, fama y poder, porque eso no es lo correcto delante del Señor, sino por el pan de cada día, sustento, vestido, trabajo y salud, amados. Rueguen unos por otros, por nosotros en amor sincero y con plena fe y confianza de que nuestro Padre, por amor al nombre de Su Hijo -nuestro Señor Jesucristo- nos dará. Clamen que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea anunciado de cabo a rabo: norte a sur, este a oeste, centro a las costas, a toda criatura para que pueda su nación ser consolada de alguna manera.

Esperamos en el Señor esta carta pueda ser leída entre ustedes amados hermanos, porque en amor compartimos lo que el Espíritu nos da de revelación y conocimiento para todos los que tengan voluntad de leer para ser edificados.

Los amamos y tanto ustedes como nosotros, clamemos a una: “¡Ven Señor Jesús!”

Que la paz, el amor y el conocimiento del Señor Jesucristo sea en ustedes amados hermanos caribeños, amén.

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