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Editorial 381 - Teología contra la revelación por el Espíritu Santo Parte uno

Amados creyentes, lectores y buscadores de tesoros espirituales para dignificar el amor del Padre en vosotros: paz y salud -os deseamos a todos vosotros- de nuestro Señor Jesucristo rebosante en vuestro espíritu amén.

Como bien lo sabéis y ya os hemos escrito mucho al respecto -en estos últimos tiempos y, tomando como ventaja se inicia la disertación escrita del libro profético apocalíptico dado a nosotros por gracia y potestad de nuestro Señor Jesucristo- abundan muchos malos obreros, seres resueltos a causar el mal y sembrar ponzoña al interior de las congregaciones por tratar a nuestro Dios como un objeto de estudio (cosa curiosa o conejillo de indias) y no como la fuente de toda vida.

Estudiar a Dios desde la filosofía judía implica caer en esclavitud del alma que lleva a la muerte por asfixia espiritual.

Estudiar a Dios desde la retórica griega lleva a una esquizofrenia infinita y por tanto lleva a la muerte por cualquier accidente.

Estudiar a Dios desde la esencia oriental en todas sus modalidades regionales implica perderse en un fango lodoso y espeso cuya muerte es lenta, dolorosa e inevitable.

Estudiar a Dios según el enfoque católico conlleva a una muerte espiritual por caer en la perdición al entrar en un laberinto sin salida de dogmas, demasiados concilios y encíclicas como resbaladillas, callejones de falsos misterios, figuras de adoración interminables como pozos, religiosidad a manera de trampas.

Estudiar a Dios desde la perspectiva religiosa protestante es morir por nada, sirviendo al pastor como si se tratase de nuestro Señor Jesucristo en persona, querer regresar a los tiempos antiguos cuando el fin está cerca cada día más, perecer por inanición teniendo el pan de vida y el agua viva al alcance de su mano porque sus líderes le dicen que no coma o beba a Jesucristo.

Estudiar a Dios basándose en la naturaleza es morir espiritualmente por gusto a causa de una adicción a las ciencias naturales. Si la naturaleza por sí misma habla a Dios en lenguaje espiritual clamando a diario por redención, los sordos que no oyen, los ciegos que no ven y los muertos que no sienten fenecen por falta de vida terrenal. Se les acaba la vida y no concluyen sus estudios, los dejan plasmados y otros vienen y cambian su perspectiva original quedando ellos como faltos de saber.

Estudiar a Dios desde otros aspectos religiosos, antiguos o presentes, es una muerte espiritual por suicidio. Quien decida adentrarse a esas cuevas que llevan al mundo de los muertos corren el riesgo de caer y quedarse en esas cárceles el resto de su vida.

Estudiar a Dios con las ciencias sociales como herramienta de medición provoca una muerte lenta y segura por estrés, cólera, embolia o infarto debido a que el objeto de su estudio nunca cumple con sus expectativas, es demasiado escurridizo y todo el cúmulo de conocimientos humanos no puede atraparlo en un concepto satisfactorio.

Incluso, estudiar a Dios desde una postura contradictoria a Él, la atea, lleva a la muerte espiritual por jugar a la ruleta rusa siendo que en la primera oportunidad la bala se dispara sobre la sien del pobre desdichado, pero orgulloso ser iluso.

Los teólogos basan sus conocimientos, planes y teoremas en cualquiera de las premisas anteriores: ya sea puritanos y expertos en una rama o bien combinándolas según su perversidad, ignorancia, soberbia, interés monetario o fama mediática a alcanzar.

Pero ¿se puede estudiar a Dios? No.

¿Dios puede ser estudiado? No.

¿Cómo estudiar o comprender a Dios? Imposible.

Dios no se estudia. Dios se vive y se cree.

Y a través de Jesucristo es cómo se logra conocer a Dios. Por medio de la revelación progresiva cuyo origen es el Espíritu Santo es como se logra vivirlo, sentirlo y ahí, en ese momento, se sabe lo que Dios es para uno.

Por estas razones no se puede estudiar a Dios como los teólogos afirman le conocen -pues a la verdad, ellos le conocen según lo que se ha escrito y lo que ellos dicen que saben, pero no le creen, no le confiesan, no le aman y no le obedecen-:

Dios es espíritu,

Dios es luz,

Dios es amor,

Dios es vida,

Dios es paz,

Dios es celoso,

Dios es misericordia,

Dios es justicia,

Dios es salvación,

Entre muchas otras características más.

Al no ser materia, la mente humana no tiene el poder o capacidad de descifrar, circunscribir o medir el alcance, potencia, extensión o forma que Dios tiene. La porción física de la Deidad, es decir el Hijo del Hombre, murió y se quedaron esparcidos sus átomos en toda la creación, imposibles de ser detectados pues, así como la materia no se crea ni destruye, el Hijo del hombre estuvo entre nosotros y ahora es espíritu, como el Padre quien habita en los cielos. Si tuvo un rostro ya no lo es más; si tuvo una figura humana visible, no quedó registro de cómo fue, pero es porque vive y es espíritu invisible.

La ciencia, conocimiento, sabiduría, tecnología, método o forma en cómo el género humano cree saber qué, quién o cómo es Dios son hipótesis con demasiados errores de percepción fundamento, lógica y alcance, puesto que se niegan a usar el único sistema de comprender la multiforme gracia y sabiduría de lo Alto: el ESPÍRITU SANTO.

De modo que, entre vosotros, quien aspire a conocer a Dios hágalo como hijo obediente, no como falso sabio imprudente.

Quien desee conocer la dimensión infinita de Dios, use como su guía al Espíritu Santo, dado por Jesucristo al creer en él como el Hijo del Dios viviente.

En ambos casos, la puerta que abre la habitación donde Dios está gozoso en revelarse a Sí mismo a quien le busque, se llama Jesucristo, la cual solo se puede ver si se cree que existe con fe genuina y está abierta a esos verdaderos buscadores de la verdad.

Quien pretenda usar otro modo y no Jesucristo, que elija su destino, conforme a su mala decisión será su fin, en esta vida y en la eterna.

Pero vosotros, hijos dispersos en los últimos tiempos, sé que no será así, porque sabéis juzgar lo bueno de lo malo y entendéis lo que el Señor quiere: que como niños le busquemos para ser enseñados por Él.

Y Él se aleja de los sabios y de los entendidos en la carne, porque Él es espíritu y nada tiene que ver con la carne. Por tanto, no podemos ser víctimas de pretender o querer ser teólogos, sino sabios en la salvación por Cristo Jesús.

Sea pues, esta disertación leída y meditada, pues antes nuestro Señor Jesús venga, es menester nos halle trabajando, velando y orando en sus asuntos antes que satisfacer a la carne. El Señor viene pronto y nuestro Dios y Padre anhela ser conocido por la Humanidad, pero en Sus términos.

La paz, amor y gracia del Señor Jesucristo sea en todos vosotros amados hermanos nuestros, amén.

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