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Editorial 371 - Carta dirigida a la iglesia del Señor Jesucristo establecida en Colombia

Amados hermanos, creyentes y ovejas del Señor nuestro, Jesucristo: paz, gracia y sabiduría sean en ustedes, en su espíritu. Los de la manada pequeña de Cristo, en el noreste mexicano neoleonés enviamos nuestros saludos, amor fraternal y elevamos al Padre oraciones para que ustedes sean guardados de todo mal.

Preciosos de Dios y del Cordero Inmolado: sabedores de que éstos son los últimos tiempos antes de nuestra redención eterna en la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo hemos estado atentos a lo que se ha comentado en su nación, así mismo lo que recientemente sucedió en Ecuador y consistentemente en Chile, debemos mantenemos firmes en cuando a guardar la paz y la sana doctrina.

El Señor Jesucristo es muy claro al respecto: “Mi reino no es de este mundo, si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos, pero mi reino no es de aquí” (Juan 18:36). Amados nuestros: estamos muy conmovidos y condolidos que algunos creyentes hayan sido víctimas de ataques al haber participado en la dinámica que al mundo corresponde dar, pero no a la iglesia. Recordemos que no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados y potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12) que son los responsables directos de estos encuentros de dolor, pesar y odio; además de las propias maldades rebosantes en el corazón de todos los hombres, pues escrito está que todo hombre es mentiroso (Salmo 116:11) y no hay justo, ni aún uno (Eclesiastés 7:20 y Romanos 3:10), sin olvidar que Dios sujetó a todos en desobediencia para tener misericordia de todos (Romanos 11:32).

No olvidemos que lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación (Lucas 16:15) y simultaneidad lo que Dios tiene por sublime para el hombre es nada y lo desecha por rebeldía y dureza de su corazón (Romanos 1:21).

De manera que, amados hermanos, la iglesia en lo general, en lo espiritual y los creyentes en particular e individual debemos abstenernos de ser partícipes activos de estas dinámicas mundanas, puesto que nuestra lucha es otra (Tito 3:1 y Romanos 13:2). Si las autoridades son malas, corruptas, malhechoras y omisas, en parte es porque la iglesia se descuidó en orar porque sea nuestro Padre quien las ponga y solamente eso, las cuide y preserve (Romanos 13:1). ¿Por qué? Porque el diablo busca destruir toda obra de Dios y las autoridades son parte de su estrategia de causar el mal, no al mundo sino a nosotros. ¿De qué manera? Seduciéndolas ante la codicia, avaricia, envidia, odio, poder y soberbia. ¿Acaso no lo han visto? ¿Gobiernos de todas las maneras, propuestas, ideologías, no solo imperfectos, sino malos? Porque ¿recuerdan haber orado por ellos desde antes que sean elegidos? ¿Se han hecho vigilias de oración sincera y no religiosa para que versículos como Lucas 22:25 y Romanos 13:3 se cumplan al pie de la letra? ¿Orar para que las autoridades no estorben la obra evangelizadora del Señor Jesucristo? ¿Pedir en el nombre del Señor Jesucristo que vivamos quieta y reposadamente y sobre todo, rogar que él venga y que las almas que hayan de ser rescatadas, ya lo sean? Y, aun si estas autoridades buscan empobrecer al pueblo, ¿no hay fe para saber, creer y esperar que Dios nos tiene por seguro el pan, la vivienda y el vestido si le somos fieles? ¿No es finalmente Dios el Juez de toda carne?

Si hay que salir a la calle es a predicar y dar testimonio. El mismo Señor Jesucristo, amados hermanos nos advierte que el mundo es malo e injusto y nosotros debemos ser cautos de no provocar innecesariamente al necio, al odiador, al malo, al perverso pues en este mundo somos extranjeros y peregrinos (Lucas 20:20). Por si fuera poco, la dura revelación del Señor Jesús dice: “deja que los muertos entierren a sus muertos”, pues muchos de ellos, si bien tienen buenas intenciones, deseos, ideas y propuestas, al estar fuera del entorno del Señor Jesucristo vano es y están muertos espiritualmente.

Adicionalmente, el apóstol Pedro nos dice por el Espíritu que no padezcamos como malhechores (1ª Pedro 4:15) sino como dignos de vituperio, esto es, por causa solamente de Jesucristo (1ª Pedro 3:16 y 1ª Pedro 2:12).

Por tanto, amados nuestros, rogamos encarecidamente lean estas letras, refugiense en sus hogares y oren por todos estos acontecimientos (1ª Tesalonicenses 5:17, Lucas 6:28, Mateo 5:44, Mateo 26:41), pidan al Todopoderoso Padre en el nombre que es sobre todo nombre, Jesucristo el Hijo de Dios y nuestro Señor, Salvador y Maestro, resuelvan estos hechos en favor de ustedes, del pobre, de la viuda, del huérfano. Pero no solamente eso, sino que procedan todos al arrepentimiento. Eso es lo que importa, pidan por la paz y tranquilidad para que el evangelio se expanda, pues la escritura también dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33) y no al revés.

Abstengámonos de ensuciarnos en las contaminaciones ideológicas del mundo. Si como individuos tenemos carencias, nuestro Proveedor es el Padre, aprendamos a confiar en Él. Si como familia tenemos anhelos, el Señor Jesucristo está con nosotros y cumple con nosotros. Para vencer al mundo, tenemos que usar las herramientas que Dios nos da y usarlas conforme al Espíritu Santo nos dicte y muestre qué hacer, a dónde ir y qué decir.

Sí amados, hay que levantarse y luchar. Sí hermanos, hay que alzar la voz y promulgar. Sí hermanos, hay que incorporarse y trabajar, pero:

Levantarse y luchar contra las huestes espirituales con la oración, la fe, el testimonio y la palabra poderosa de Dios en la forma gloriosa de la sana doctrina de nuestro Señor Jesucristo.

Alzar la voz y promulgar la justicia de Dios que es a través de creer y confesar que Jesucristo es el Hijo de Dios y que Él lo levantó de los muertos. Solo así habrá justicia, reconciliación, restauración y propósito de vivir.

Incorporarse y trabajar en la obra del Señor, no la de los hombres.

Amados, si así lo decimos, es porque así lo vivimos ya. Aprendimos que nuestro Padre es más que cualquier cosa en esta Tierra y en este mundo. Cimentados y firmes en nuestro Señor Jesucristo el mal contra nosotros no prevalecerá.

El amor, la sabiduría, la inteligencia y la paz del Señor Jesucristo sea en su espíritu amados hermanos, amén.

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