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Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él

Que el amor, la paz, la gracia, la sabiduría y el buen juicio de lo Alto sea en ustedes amados, creyentes y ovejas del Pastor Salvador nuestro: Jesucristo el Hijo de Dios, amén.

En la segunda parte del capítulo 1 de la primera carta que escribió Juan para nosotros los creyentes, dejó como recordatorio el fundamento de la base doctrinal sobre la cual nosotros -como humildes colaboradores de Dios por amor a nuestro Señor Jesucristo- creemos y predicamos.

Establece dos tesis básicas e irrefutables:

Sobre las cuales el apóstol Juan, por el Espíritu Santo procede a explicar:

En el versículo 6 menciona que no podemos decir que tenemos comunión con Él y al mismo tiempo andar en tinieblas (afuera de Él). El diagrama de arriba es muy explícito. Dios y las tinieblas no tienen correlación, punto de unión o semejanza. Se está con Dios o se está sin Él, no hay porcentajes ni parcialidades. Además, al pretender vender esta falacia como verdad, se practica la mentira, con la consecuencia que las tinieblas reinan en ese cuerpo y no Dios.

En el versículo siete se da la contraparte: si andamos en luz, entonces Dios es vigente en nosotros y las tinieblas no existen al estar en la luz, además que propicia el amor fraternal en virtud de lo cual la sangre del Señor Jesucristo nos limpia de todo pecado con total eficacia. ¿Qué quiere decir esto? Que si no andamos en amor pues se diluye el poder de la sangre del Señor Jesús, ocasionando no estemos del todo limpios (es como si nos renunciásemos a bañarnos) y así el testimonio deja de ser fulgurante tendiendo hacia las tinieblas u oscuridad, apagándose la luz paulatinamente.

Para aquellos quienes dicen que no pecan o se creen perfectos, el versículo ocho sacude y tira este pensamiento. Somos seres perfectibles, pecamos por cuanto estamos en la carne y en ocasiones somos víctimas de nuestra debilidad, desamor, ignorancia o impaciencia. El Señor Jesucristo es el único quien nos da la perfección por medio del Espíritu Santo. Siempre debemos ser conscientes que si somos fuertes y estamos firmes es por él y no por nosotros mismos. Adelantándonos un poco en el versículo diez también menciona que si decimos que no pecamos hacemos quedar tanto a Dios como a Cristo cuales mentirosos, lo que constituye una seria afrenta calumniosa. Por tanto, nunca olvidar que vamos hacia la perfección por el Camino, que es Jesucristo reinando y viviendo en nosotros.

De hecho, la humildad e inteligencia espiritual de reconocer que dependemos en todo de él, rogando por su ayuda, consejo, consuelo, perdón y fortaleza es cómo él se apresta a socorrernos en todo momento, en toda situación y sin reparo alguno para restaurar nuestros errores, según lo explica el apóstol Juan por el Espíritu en el versículo 9.

Así que, ya en la veteranía y estatura espiritual que merecen estos versículos, sepan amados hermanos que no puede tenerse comunión con Dios y con lo malo del mundo. Ya la renunciación por amor debe estar en vía de práctica y no más como palabra de predicación que se queda como discurso. Sean valientes amados hermanos y practiquemos esta faceta del amor hacia nuestro Padre. A este nivel, los primeros rudimentos debieron ser ya observados y es menester subir el compromiso de nuestro accionar.

Dejamos lo escrito en 1ª Juan 1:5-10 a su disposición como fundamento.

La paz, gracia, amor y obediencia al Señor Jesucristo esté en su espíritu hermanos nuestros. Amén.

5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

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