Amados del Señor en aquella tierra y nación creada por el único y sabio Dios: que la paz, la fortaleza y el amor del Señor Jesús esté en ustedes, en su espíritu, amén.
Hemos leído y visto algunas noticias sobre los acontecimientos de su nación. Inestabilidad, desorden, pugnas constantes, entretención en juegos, etcétera. Deben, amados hermanos, no negar la fe en el Señor Jesucristo. Recuerden que Dios es Quien quita y pone reyes, no el hombre y si se dan estos acontecimientos es porque el hombre tiene la prerrogativa del libre albedrío y abusa, causando mal a su prójimo como así mismo.
En este sentido, queridos hermanos nuestros, es que rogamos que volteen ustedes a los asuntos del Señor Jesús. Enfóquense a meditar sobre sí mismos si están bien cimentados sobre la Roca: Jesucristo es el Hijo de Dios y no sobre la arena: cualquier otro dogma o pensamiento religioso.
Cuando una nación sufre este tipo de violencia es porque la iglesia de Cristo en ese territorio está apartada, distraída viendo por otros intereses que no son los del Señor. Amados nuestros: en este tiempo no están para predicar en otros sitios, sino para que rueguen por sus vecinos, sus autoridades, sus hermanos. Oren unos por los otros para que se fundamenten en la sana doctrina, dejen de imitar al mundo en sus fechorías. No busquen las cosas de abajo, sino las de arriba.
El hombre es débil por naturaleza y el inconverso, además, es manipulable por el mal. Sabiendo esto ¿por qué no atan esto? ¡Su batalla espiritual está ahí! No dejen que avaros maliciosos, entes comprometidos con el mal tomen esos puestos de gobierno. No se involucren en la política, sino orando y rogando con mucha fe, ayuno (de ser y actuar como el mundo) aten toda maldad, injusticia, envidia, deseo de hacer el mal, planes de limitar la predicación del evangelio de Cristo, persecución de los obreros dispersos en su territorio, etcétera. Asimismo, desaten todo avivamiento, fe, amor, dominio propio, creación de apóstoles y evangelistas dignos del ministerio, amor fraternal entre ustedes, ayuda mutua y sobre todo, santidad y fidelidad a nuestro Señor Jesucristo.
Esto, amados hermanos, es lo que hay que hacer. Según la medida de la fe es como se obtiene ayuda. Pidan por su municipalidad, departamento y nación, en ese orden. Den testimonio de Jesucristo solamente. Manténganse en paz con todos y no se metan en discusiones ociosas. Crezcan en el evangelio y estatura espiritual. No pidan riqueza, poder o fama porque eso no es del Señor, sino más bien sean guardados de todo mal, librados de toda tentación y tengan el sustento, techo, vestido, salud y fe protegidos. Todo en el nombre del Señor Jesucristo.
Haciendo esto, tendrán más y mejor gracia y el Señor no será de lento actuar y ustedes mismos verán cómo el Padre opera como el Libertador. Verán cómo el Señor Jesús libra sus batallas y vence.
Estamos entrando en el umbral de los últimos tiempos, pero mientras no sea anunciado el evangelio a toda carne, no vendrá todavía el Señor Jesús, así que hermanos, sabemos lo que hay que hacer: privilegiar la anunciación de las buenas nuevas.
Que el amor, la gracia, el poder y la paz del Señor Jesucristo sea con todos ustedes amados hermanos peruanos. No es la primera carta que les hemos escrito, pero añoramos que el Señor sea magnánimo con ustedes, preciosos de nuestro Padre y amados del Señor. Amén.
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