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Editorial 355 - Carta a los amados hermanos en el Señor Jesucristo en la República del Perú

Amados hermanos en Cristo, que la paz, el amor y la fortaleza que vienen de lo Alto por Jesucristo sea en ustedes y se guarden sin mancha en este mundo, amén. A los hermanos peruanos, aquellos a quienes, el enemigo ha causado en la nación mucho estrago, por cuanto se resisten muchos a confesar el Santo nombre del Señor: paz, confort y esperanza es a ustedes, como refrigerio espiritual.

Bendecimos al Padre en el nombre del Señor Jesucristo porque, a pesar de las vicisitudes que el mundo, el pecado y la maldad plantean nosotros debemos seguir siendo fieles en lo poco, a no tener miedo andando en amor y mostrar nuestra fe mediante ruegos y súplicas al Padre nos de la victoria día a día en nuestro andar.

Amados de Dios y Cristo: NO NIEGUEN LA FE, no caigan en el desamor y no pierdan la esperanza. Hemos leído y visto muchas noticias en la prensa (la cual sabemos es mentirosa al ser instrumento del diablo para engañar a los débiles e indoctos) acerca de cuestiones y políticas, además del tumultuoso momento político en que han vivido. Escrito está que la maldad aumentará, por tanto, estas cosas en la Tierra no deberían robarles la paz que es en Cristo. No debemos confundir las pruebas, el juicio y el ejercicio de lo profetizado por Jesucristo como condenación o castigo a nosotros. ¡De ninguna manera siquiera se piense esto!

Esto está profetizado a causa de la incredulidad del mundo, el rechazo a él como el Enviado de Dios a los hombres para salvación de las almas. Cristo vino al mundo para dar su testimonio al Perú, México, Mozambique, Nueva Zelanda, Laos, Sri Lanka, etc., mediante nosotros sus ovejas. Entonces tenemos que ser fieles, resistiendo y siendo prudentes en la obediencia y sujeción de las autoridades en cuanto a salidas innecesarias, vanidades y extravagancias fuera de toda proporción. Amar al prójimo es resistirnos a salir de viaje, a pasear sin motivo, a actuar como el mundo en rebeldía a la propia autoridad. Perder nuestra vida es no ceder a tentaciones de las redes sociales, estar sin cubrebocas y no cuidarnos a nosotros mismos (no es falta de fe, sino cuidarnos de los malos que no tienen afecto natural en lo absoluto). El amor fraternal es trabajar con todas las precauciones y llevar las provisiones a la casa, sin gastar en cosas innecesarias o suntuosas.

El evangelio es para practicarse solícitamente y así predicarse con hechos: no es predicarse con discursos, decir huecamente “amén” y listo, olvidar lo que se dijo. Hay que congregarse: en las casas con las familias tener reuniones de iglesia e invocar el Santo nombre del Señor. Ustedes, amados hermanos son el templo de Dios, no necesitan edificios. Los varones de cada casa establezcan un momento familiar de oración, lectura de la Escritura, acciones de gracias y peticiones. Y en todo caso, internet para rogar por medio virtual unos por otros en armonía, en fe, en amor.

Si el mundo quiere apanicarse, vivir con terror, en rebeldía y conjeturas, omitamos ese drama que no es para nosotros, sino confiarnos realmente en la Roca de Salvación que es en Cristo Jesús. Sea cual sea la necesidad que nos agobie, el Señor Jesús puede cargar con ese yugo.

Los amamos, rogamos por ustedes amados hermanos, desde el norte colombo-ecuatoriano hasta el sur chileno-boliviano, desde la costa hasta la cordillera y Amazonia brasileña: que no les falte el amor de Dios, de Cristo y el fraternal: estas calamidades al mundo son temporales, mientras que nuestra vida es eterna y garantizada. La gracia, el amor y paz de Cristo están en su espíritu, amén.

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