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Blog 388 Mensaje a Filadelfia

Hermanos del Señor Jesús: que la paz, el amor, la gracia y la sabiduría de Cristo sea en todos ustedes, en su espíritu, amén. Como ya es de su conocimiento, colocamos el fundamento escritural, palabra de Jesucristo en Apocalipsis 3:7-13:

7 Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:

8 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.

9 He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.

10 Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.

11 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.

12 Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.

13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

La introducción que el Espíritu Santo da al Hijo de Dios corresponde a alguien de alcurnia, un ser importante y relevante en todos los aspectos y a continuación veremos por qué se le distingue:

a) El Santo: Es decir, el Apartado del mundo, el puro y el Perfecto ante Dios pues le obedeció hasta la muerte. En singular, porque nadie puede ser como él o superior a él, sino solamente el Altísimo Dios, nuestro Padre.

b) El Verdadero: el que existe, el que es, el que sabe todo, el que reina y el que conoce a Dios. Muchos quisieron imitarlo y falsas deidades habían sido crearlas para intentar ocultar su luz, pero al final él prevalece como el único, además de Dios que conjuga los verbos ser (eternidad) y estar (omnipotente, omnipresente y omnisciente) de modo perfecto.

c) El que tiene la llave de David: Jesucristo es el depositario de toda la revelación de la palabra de Dios: la antigua y nueva ley se conjugan en él solamente. La llave de David es el acceso a los misterios de la ley, la revelación de las profecías antiguas, el saber de las preguntas de Job y el destinatario y referido de los salmos de David; además, el poseedor de la sabiduría mejor que la se Salomón. Todo lo antiguo pertenece a Jesucristo: el reino de Israel es de Jesucristo, el trono de David su dueño es Jesucristo. Las doce tribus de Israel se rendirán y darán honores al León de Judá, al Mesías. Así que nadie y nada escapa de la esfera de poder, autoridad y sapiencia de nuestro amado Salvador.

d) El que abre y ninguno cierra: Una vez venido él a la Tierra, abrió la puerta de la salvación a toda la Humanidad, siendo los primeros en ser testigos de ellos los creyentes israelitas; sin embargo, los contumaces judíos han tratado con todas sus fuerzas de cerrar el testimonio, la vida y el poder de Jesús hombre. Ahora coronado y hecho Cordero de Dios y Sacerdote eterno del Altísimo, no deja que nadie cierre la puerta de su evangelio. Solo él puede cerrarla y mientras no venga, esa puerta siempre estará abierta, a pesar del diablo, sus secuaces, las religiones y los perversos.

e) Y cierra y ninguno abre: En él se centraliza todo conocimiento, misterio, vida, vida eterna, salvación, poder, fe, amor y esperanza. Solo él, la puerta hacia Dios tiene esa potestad. Hoy tiene cerrada la puerta de la sabiduría a toda la eternidad. Así, en estos tiempos no existen atajos, nuevas verdades o evangelios que valgan para llegar a Dios fuera de Jesucristo. El también le cerró las puertas al enemigo de Dios y lo dejó circunscrito a esta Tierra. Ya no hay más acusador. Cuando él venga, cerrará la puerta de la gracia, y solo quedará la puerta de la Justicia para saldar cuentas con todos los infieles, quedando solo unos pocos santos que creerán por tales prodigios. Pero cerrada definitivamente la puerta, nadie será salvo porque los que queden después de las señales confiarán en sus fuerzas y en la bestia, falso profeta y satanás.

Ahora bien, la escritura señala que Cristo dice: he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. Sabe el Señor Jesucristo de que esta iglesia, tan agotada por tanta lucha espiritual y buscar la perfección del amor, pues es en estos días cuando los verdaderos creyentes estamos expuestos casi a diario a demostrar que estamos cimentados bajo la Roca que es creer que Jesucristo es el Hijo de Dios y quedar horrorizados cómo millones de creyentes se dejan engañar, extravían su misión de fortalecerse en el amor fraternal y voltean a otras direcciones menos al frente para caer en innumerables vientos de doctrinas falsas. Otros incluso, se resisten a confesarle, tomando como base el antiguo pacto, el ecumenismo o sus propios desvaríos.

La poca fuerza radica que este tipo de hermanos no tienen tanto poder de evangelismo con denuedo como los de otros espíritus de iglesia; presencia mediática en el planeta Tierra; poder económico, político, cultural o social como las denominaciones y sectas tienen ni gozan de renombre como el mundo honra a los suyos.

No obstante, dice el mismo Señor Jesús con decoro, sinceridad y seguridad: He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. No importa que los extraviados, dormidos y aferrados tengan más número, recursos o fama. Todos caerán a los pies de los humildes hermanos de Filadelfia porque así el Señor protege sus intereses aquí en la Tierra. Con nosotros es protector, con los falsos judíos es implacable, llamando incluso a sus centros de reunión sinagogas de Satanás, puesto que hablar, discurren y enseñan lo que el diablo quiere para tenerlo distraídos de lo que conviene: ser fieles en todo y en lo poco Cristo. Y no solamente eso, abrirá sus conciencias para que total vergüenza tengan a bien comprar el oro refinado de parte del Señor (otra vez, los nuevos rudimentos, la reprensión y amonestación para enmendar su al camino) pues han avergonzado el santo nombre del Señor ante el mundo por haber caído en los dogmas demoníacos que profesan con ahínco.

El que este espíritu esté en bajo perfil, como derrotado, como alicaído en realidad es que estamos guardados en su palabra de practicar el amor: que todo lo cree, todo lo soporta, todo lo sufre, todo lo espera, es benigno, no busca su propio bien, pone la mejilla, perdona toda ofensa, vive piadosamente y en paz, etcétera nos da una promesa en esta vida: Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. Sabemos que desde principios de 2020 y en lo que va de este noveno mes de 2021 sigue el mundo acalambrado de la pandemia COVID-19, la economía debilitada, los acontecimientos geopolíticos que amenazan guerra, temblores y huracanes como los mismos acontecimientos de rebeldía social de muchos aspectos, seremos librados de todos ellos, estando intactos e inmunes a toda esa toxicidad espiritual. Con techo, vestido, ingresos, pan de cada día, salud y santidad no necesitaremos como despojados, no estaremos en desdicha como los abandonados por sus gobiernos y tampoco pasaremos penurias como huérfanos o bastardos.

He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona, es la advertencia amorosa y sincera que el Señor nos da para seguir teniendo la oportunidad de competir por el premio mayor. No hay más que seguir el camino del amor, no negar su nombre, guardar su palabra y tener paciencia. El testimonio de predicación es más por hechos que por palabras. La corona es la distinción que él nos dará si al partir de este mundo fuimos fieles en lo poco.

¿Qué recompensa depara a quienes al partir sean los vencedores en este espíritu de iglesia? Dice el Señor Jesús: Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. ¡Ser parte del templo de Dios! Piedras vivas que le adoren, columnas que sostengan el edificio donde la Deidad tendrá por fin su morada con el Hombre que haya creído, teniendo a Su Hijo también con él. Jesucristo -y no Salomón o Nehemías- edificará por fin la casa donde Dios habrá de habitar y Jesucristo será Su sacerdote eterno. ¡Qué hermoso desenlace! El amor rendirá el fruto de sabor más exquisito saber entre los siete que hay.

Como siempre, el Espíritu Santo advierte que hay que tener oído dócil, pues de otra manera la ignorancia y el engaño acechan a los creyentes incautos.

Que el amor, la paz y la gracia del Señor Jesucristo es con ustedes amados hermanos amén.

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