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El que tiene al Hijo, tiene la vida.

Amados hermanos y creyentes peregrinos espirituales juntamente con nosotros: la paz, gracia y amor del Padre, dispensas ahora por el poder que tiene nuestro Señor Jesucristo, les sean multiplicadas para que ustedes sigan creciendo y fortaleciéndose en la fe por la sana doctrina de nuestro Señor Jesucristo, amén.

El apóstol Juan, el amado por el Señor Jesús, tuvo mucha revelación de los misterios de Dios y concedió fuese él quien recibiera del mismo Espíritu y luego del Señor Jesús el Apocalipsis estas revelaciones que al día de hoy muchos todavía desconocen.

El apóstol menciona en el capítulo 5, versículo 6 de la primera carta que Jesucristo tuvo dos testimonios: agua y sangre. Añade además un tercero, el Espíritu. Veamos a continuación la interpretación de esto:

De manera que, en la Tierra, en este entorno físico tenemos tres señales de la Deidad expresadas en términos que nuestro entendimiento humano puede concebir, pues Dios sabe que el hombre, al ser dotado del conocimiento del bien y del mal requiere confirmación, testimonio y prueba fehaciente que lo que Él dice no son palabras huecas, sino hechos en todo momento comprobables. Por así decirlo, El Espíritu es el Padre pues es invisible al ojo humano, pero manifiesta Su existencia; la sangre es el nexo con el Hijo y el agua representa el poder del Espíritu Santo.


Además, el versículo 6 en su segunda parte dice que el Espíritu da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Testimonio por cuanto da fe de los hechos eternos de Dios en todos los aspectos y facetas que Él tiene comunicando, revelando y anunciando tal declaración suya dentro de la conciencia y corazón de los hombres; es la verdad porque recuerda el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, la verdad de Dios. Es decir, el Espíritu es quien nos expresa las palabras, pone en nuestros sueños y visiones los hechos y si nos perfeccionamos en nuestra relación con el Padre a través de Cristo se manifestará su poder en la Tierra.

Luego en el versículo 7 se tiene otro triunvirato -lea en el libro Jesucristo: La fuente de vida espiritual lo que el Espíritu reveló al respecto- que tres dan testimonio en el cielo. A continuación, se describen:

Así, la Deidad también se expresa como testimonio de que el Padre nos da la materia y razón de ser y estar, Jesucristo nos da la vida y el Espíritu la existencia y razón de accionar congruentes con Dios.

Por eso, si creemos en palabras de hombres -cuando éstos son inspirados por el Padre para hablar de Cristo- tomaremos su testimonio, porque sabremos que no es de ellos, sino que fueron inspirados por el Espíritu y siendo de la misma nacionalidad espiritual, hablaremos una misma cosa.

Y Dios ya no habla de Sí mismo, sino de Su Hijo y a través de Su Hijo. Luego el Hijo nos habla del Padre en retribución, unión y amor perfecto entre ellos.

Si nosotros hablásemos de Jesucristo, pero antes creyendo fielmente en él, tenemos el testimonio de Dios, pues Él ha dicho: “A Él oíd”. Creamos que Jesucristo es el Hijo de Dios, porque solamente así daremos el perfecto testimonio ante toda criatura. No es con parafernalias, discursos, tradiciones, costumbres o actos mediáticos, sino solamente con el creer y confesar la frase en negritas. Y no lo digo porque dejemos de creer, sino porque es una acción demostrable a cada segundo y esto es el testimonio, que de continuo lo demostremos.

Pero quien se llegase a olvidar de esta frase clave, le hace a Dios mentiroso -cosa tremenda ¿verdad? – porque asume que lo que Dios ha determinado “está mal” y según la perversa y torcida opinión de estos incautos “es así” o “es asá”. ¿Quién puede decirle a Dios que Su plan de salvación está mal? ¿Quién puede reconvenirle que la muerte de Jesucristo no es lo que el mundo necesita? ¿Quién podrá darle consejo o asesoría sobre cómo salvar al hombre? Negar a Jesucristo es precisamente esto: jugar peligrosamente la frontera entre la vida y la muerte espiritual. La denostación y desprecio por el testimonio, la existencia, el evangelio, la esencia y el poder del Señor Jesucristo implica un aciago, tenebroso y cruel destino eterno si no se corrige a tiempo. La única alabanza que el Padre recibe es solamente a través de Jesucristo. La única oración que el Padre oye es solamente por medio de Cristo. La única filiación o comunión que el Padre tiene es por creer en Jesucristo. Simple y llano estatuto espiritual.

Y por si fuera poco, cerramos con el propósito del testimonio: demostrar al mundo que Dios nos ha dado vida espiritual a través de Jesucristo, para que en los postreros tiempos el mundo vea cómo esta vida espiritual se torna eterna, dada solo por él a quien crea en él. Ese es el testimonio que debemos dar. No pierda el tiempo en discursos largos, debates estériles, prédicas fuera de contexto.

Y si todavía tiene alguna duda sobre si lo que sostenemos tiene algo de mentira o “radicalismo” -como algunos nos juzgan-:

12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

Ante tal argumento escrito por el apóstol Juan en la revelación del Espíritu Santo, al menos nosotros, no tenemos objeción alguna. ¿La tiene alguien?

Se añade el contenido escrito en 1ª Juan 5:6-12.

La paz, el amor, el gozo y la gracia del Señor Jesucristo es en todos ustedes amados hermanos, amén.

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