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Bienaventurado el que lee, la revelación de Jesucristo

Amados hermanos, la paz, gracia y misericordia del Señor Jesucristo sea en ustedes, en su espíritu abundante como ríos de agua viva. Hoy en los mediados de julio 2021, nos complace compartir con ustedes el inicio del libro profético Apocalipsis, con lo cual daríamos término a la lectura del nuevo pacto versión Reina Valera. Sin embargo, resulta que al término de este maravilloso tomo de sabiduría y esperanza de lo Alto, seguiremos con los evangelios, pues al inicio de nuestro trayecto bloguero lo comenzamos en el evangelio de Lucas y es necesario cerrar el ciclo como conviene.

Pero ahora entraremos al escrito de revelación dada por Dios a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, para que por medio de un ángel describiese al amado apóstol Juan lo que habría de venir cuando él viniese, recordemos lo escrito en Juan 21:20-25 que dice:

20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

23 Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.

Ciertamente esta profecía se cumplió en los días de la vejez de Juan, pues en efecto el Señor Jesucristo vino de nueva cuenta, pero a dejarle el libro de las revelaciones acerca de los tiempos finales, para nosotros. Después de recibir este mensaje, escribirlo, recopilarlo y hacerlo extensivo a sus congéneres en su tiempo, también el apóstol Juan se unió a los hermanos en el paraíso, donde hasta hoy se goza, en espera de su galardón, como nosotros también. Bienaventurado el varón a quien Jesucristo le considere como amado por él, digno de su amor.

Era necesario se presentase en forma cuasi visual, para que el apóstol -conforme a su conocimiento y revelación por el Espíritu- pudiese plasmar la profecía como al Señor Jesucristo le gustase y ordenase y se escribiese en la forma literal y figurativa (que más adelante en los años por venir) pudiéramos seguir contando con este entendimiento con la mente de Cristo y guía del Espíritu Santo.

Así pues, no hay escuela, institución, gurú o revelado que dilucide por nosotros estos asuntos. Es el mismo Espíritu Santo, en consenso entre los hermanos como se llega a esta perfección de conocimiento.

Por esto se escribe en el versículo tres, que dice:

3 Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.

Esta es en sí otra promesa más dada por el Señor Jesucristo a sus ovejas genuinas. Cuando en Juan 10:27 exclamó: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, no solamente se refería a sus mandamientos, ordenanzas y prédicas, sino a la profecía dada por él más adelante. Como ovejas seguimos la voz de nuestro Pastor, y el Pastor nos llevará por los prados, valles, montes y caminos escabrosos siempre en paz, obediencia, bondad y amor, pues debe llevarnos a la casa del Padre en los cielos. Esta travesía en el mundo es peligrosa, pero él, como el Camino, viviente, sabrá dónde llevarnos.

Para esto se escribió el Apocalipsis, amados hermanos, para que después de su ascensión pudiésemos saber cómo acontecerán los tiempos finales y de qué manera podremos seguir su voz y andar por el mundo sin extraviarnos.

Muchos temen leer el libro de Apocalipsis e incluso muchos indoctos lo consideran como un libro prohibido, pero esto es una falacia del diablo que causa temor en los faltos de fe. Pero sabemos que en el perfecto amor no hay temor.

En consecuencia, roguemos por ser tenidos como amados de nuestro Señor Jesucristo y así podamos aspirar a ser revelados en este precioso libro, porque de esto depende enterarnos que estamos dentro del Camino.

Así como a Juan, en tiempos de su veteranía fue comisionado a recibir esta sabiduría de lo Alto, así nosotros tendremos el mismo devenir, siempre y cuando hayamos cumplido cabalmente con los primeros rudimentos, hayamos padecido por dar testimonio y tengamos las marcas de Jesucristo en nosotros por practicar el amor, la esperanza, tener cimentada la fe en el Hijo de Dios y no neguemos su nombre.

Como bien dice el versículo 3, el tiempo está cerca. Sirva este tema como introducción sobre este libro hermoso. Solamente hemos cubierto 3 versículos del primer capítulo y ya hay mucho tema por meditar. Entonces amados hermanos, lean, lean y lean, pero lean para el Señor, por el Señor y en el Espíritu, para que aspiren, como nosotros a ser expertos mineros y obtener fortuna cuantiosa e infinita de la sabiduría del conocimiento de Dios a través de Jesucristo y se haga extensiva a todos quienes nos oyen. Mientras respiremos, seamos luz y sal, fuentes de amor, comunicadores de esperanza y practicantes fieles de la fe en el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, Salvador y Maestro nuestro. Os exhortamos como hermanos que no dejéis de tener hambre y sed por el pan de vida y por el agua viva, pues nuestra existencia espiritual depende de ello. Guardaos de toda leuda: pan ajeno y agua extraña.

Dejamos lo escrito en Apocalipsis 1:1-3.

El amor, la paz y la gracia del Señor Jesucristo estén en su espíritu, amén.

1 La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, 2 que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. 3 Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.


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