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 Anunciación del sacrificio 

Que el amor, la gracia, la paz y el gozo de nuestro Señor Jesucristo sean plenos y rebosantes en ustedes, amados hermanos, amén.

El Señor Jesús, después de la lección enseñada con el muchacho lunático, pasa junto con los discípulos y anuncia de nuevo su muerte en Galilea. Leamos el texto en Mateo 17:22-23.

22 Estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, 23 y le matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera.

Vuelve a repetir este suceso porque ya era tiempo de comenzar la enseñanza para estar quietos y preparados en este asunto. Los discípulos, al carecer de la cobertura del Espíritu Santo para comprender el plan de Dios, se entristecieron mucho.

Normal y natural según los cánones de conducta humana, pero en lo espiritual es debilidad. Jesús tenía que morir y ellos debían dejarlo ir, no retenerlo en ese cuerpo y figura de carne por siempre.

Nosotros podríamos sentir tristeza, pero no por siempre ni por la misma situación. Nosotros también tenemos que anunciar nuestra muerte, la del viejo hombre. Es necesario que conforme pase el tiempo por la acción y consejo del Espíritu Santo la vieja criatura deje de ser, aunque el mundo y nuestros allegados se pongan tristes, porque ellos quieren que sigamos siendo vanos, ajenos a las cosas de Dios y entregados al mundo. Otros más puede que se enojen y nos reclamen por qué ya no somos los mismos, algunos simplemente se alejen…

Pero así tiene que ser. El mismo Señor Jesús nos enseñó que el trigo para dar un nuevo ser tiene que morir la semilla para dar lugar a la planta. Eso constituye la renunciación, la santidad y el querer ser perfectos para Dios, no para el mundo.

Amados de Dios nuestro Padre y nuestro Señor, Salvador y Maestro Jesucristo: no tengamos miedo de dar ese paso: dejar que la nueva criatura se manifieste tras el bautizo. No miremos al mundo ni pidamos su consejo: Solo vayamos en línea recta con la guía del Espíritu hacia el centro, destino y blanco que es Jesucristo siendo pleno y creciendo en nosotros. Deseemos caminar el camino, procurar desde que abrimos los ojos dar testimonio de Aquel quien nos salvó y Aquel que nos lleva al Padre.

El mundo se entristecerá pero nuestro Padre sonreirá y el que escribe prefiere ver sonreír al Padre que al mundo.

Que el amor, la gracia y paz del Señor Jesús sea en todos ustedes, amados hermanos, amén.

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