Hermanos en la fe que es en Cristo Jesús, Señor nuestro: que el amor, el consuelo y su paz estén en ustedes en estos días de desasosiego, sabedores que nuestra redención está cerca y cualquier sentimiento de afán será borrado de nuestra esencia cuando seamos levantados resucitados en la segunda venida de nuestro Cristo amado, esperanza de gloria, amén.
Nuestro hermano Pedro, apóstol elegido por el Señor Jesús para ministrar sus riquezas espirituales entre los hermanos hebreos dispersos, describe en su carta escrita a ellos mensajes puros de esperanza, amor y fe, justo lo que ahora nosotros también necesitamos en estos días. ¿Por qué? Porque, así como su primer puñado de creyentes fue expulsado o huyó de los antiguos contornos de lo que alguna vez fue el reino de Israel esparciéndose, así nosotros salimos de nuestros antiguos lugares de oscuridad, pasamos de muerte a vida y en este camino hacia Dios hay vicisitudes provocadas por el enemigo de Dios, la carne y el mundo y somos esparcidos. Tanto unos como otros, siendo ya todos uno mismo en la fe salvadora en Jesucristo, Hijo de Dios y Señor nuestro, es nuestro fundamento principal y único para no ser llevados por torrentes de locuras, seducciones, trampas y debilidades, cual roca fuerte inamovible. Sea huracán o tifón, maremoto o terremoto, incluso un tsunami, Jesucristo es la Piedra viva hecha por Dios mismo, pues como está escrito: De Jehová es la Tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan, dando a entender el salmista que la Tierra es Dios, la base de todo y sobre esta base edificó la Piedra Viva, la Roca de Salvación en la esencia y ser de Jesucristo, su Hijo amado. Y como Cristo es el Camino al Padre, si nosotros nos afianzamos en él, nunca seremos removidos, porque ¿quién puede remover la Tierra misma?
Y al ser asidos por Dios a Jesucristo, poco a poco pasamos a ser parte de su ser, de su esencia, materia y composición química, cual estalactita. Somos ladrillos espirituales sobre los cuales Dios edifica la casa que habrá de habitar nuestro Señor Jesucristo cuando tome a su esposa ya muy pronto.
Pedro utiliza una profecía del Salmo 118 para que, con la anuencia que el Espíritu me otorga decirlo, se demuestre que estas letras hermosas escritas en prosa para el deleite y consuelo de nuestro Señor Jesucristo, son odas a Cristo mismo. Es decir, los salmos es palabra del Padre que escribió siglos atrás para que las antiguas generaciones supieran desde siempre lo que habría de pasar. Supieran de primera mano, que al mundo gentil le fue oculto, que la salvación vendría por su Ungido, su Cordero, profetizándolo como el Mesías, el Príncipe de paz. Incluso, este salmo profetizó la necedad del pueblo en tiempo futuro, pues la escritura señala:
La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo.
Dando a entender que ahora, que Pedro la relata en pasado, pues ya ocurrió, se cumplió al pie de la letra. Da entender que Cristo es piedra de tropiezo a todo lo malo, Cristo es molesto e inconveniente al corrupto sistema religioso judaico, además de otras religiones actuales. Eso implicaba sorpresa, admiración e incluso sobrecogimiento a algunos de sus hermanos lectores, pues vieron la muerte segunda en la que estaban y cómo y de qué manera fueron salvados por la misericordia de Dios. Esto lo digo porque hasta el día de hoy muchos leen los salmos sin meditarlos en el Espíritu por tanto los leen impropiamente, cayendo en pleitos por composiciones musicales y créditos, una falsa sensación de sentirse israelitas o judíos; o incluso peor, idolatran a David y otros vasos usados para plasmarlos en letra.
También otra profecía, usada por el apóstol Pablo en Romanos de Isaías para describir la relación antagónica de Jesucristo con el mundo, siendo Cristo vencedor en toda batalla contra este, tanto aquí en la Tierra, como ahora que estamos en la fe y también literalmente cuando venga por segunda vez para poner a todos los enemigos de Dios por estrado de sus pies.
Es decir, lo escrito en los rollos de los profetas atestigua contra esos edificadores perversos. Define la lejanía para siempre de Dios de ese primer pacto, pues al ser destruido el templo físico, prefirió la edificación de uno espiritual, cuyo fundamento es Cristo, la Roca. Este templo, el cual somos nosotros en forma de piedras vivas como Jesucristo, no será contaminado, ni vejado, ni robado a Dios como el primero, hecho de piedra terrenal si lo fue.
Pero los necios y los aborrecibles pretenden construir otro de piedra perecedera y esa será su condenación: el haber desechado la Roca de Salvación, la preciosa, la angular en la forma de Jesucristo y esta vez, el tropiezo será tan fuerte, la caída será tan fuerte que no solo los despedazará sino que los matará al ser sus entrañas desparramadas en el lago de azufre, contra lo cual no hay salvación alguna, por cuanto negaron a Dios, despreciaron su misericordia y serán reos de la sangre de Cristo para ellos derramada y fuesen salvos, pero por ellos pisoteada al negarla. ¡Terrible cosa es conspirar contra Dios y negar a nuestro Señor Jesucristo!
Dejamos como evidencia de esto lo hallado en 1ª Pedro 2:4-8. La paz del Señor Jesucristo, su amor, su cuidado, protección y su esperanza nunca disminuya en ustedes amados hermanos, amén.
4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 6 Por lo cual también contiene la Escritura:
He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;
Y el que creyere en él, no será avergonzado.
7 Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,
La piedra que los edificadores desecharon,
Ha venido a ser la cabeza del ángulo;
8 y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.
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