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“No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, s

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 26 may 2019
  • 4 Min. de lectura

Paz y gracia de nuestro Señor Jesucristo sea en ustedes amados hermanos y creyentes. Ya culminamos esta esta carta llena de amonestaciones duras, aunque llenas de amor, porque era necesario dar un giro casi de 180 grados de timón para reestablecer el rumbo hacia Cristo. No es lo mismo ir hacia la derecha que hacia la izquierda.


No es lo mismo ir al Norte que ir al sur. No tenemos dos posibles destinos: solo uno. Y debe ser Cristo antes, durante y después del camino.


Teniendo esto en perspectiva, implica que en algunas ocasiones caigamos presas de la carne, debilidad o tentación (lo cual ya está previsto por el Padre y subsanado por Cristo), para lo cual el apóstol Pablo por el Espíritu -se preguntarán ¿por qué siempre hace mención que “el Espíritu revela a Pablo”? Simple: todavía al día hoy hay corrientes sectarias que menosprecian el apostolado de Pablo, diciendo que no era parte del apostolado seleccionado por Cristo “originalmente”, lo cual es falso porque Jesucristo mismo descendió para hacer su llamamiento y comisión al entonces Saulo de Tarso- señala que debemos restaurarnos con espíritu de mansedumbre, por consideración propia, puesto que así como ese hermano cayó bien podríamos ser nosotros.


Recordemos la profecía que Cristo dio: “no juzguéis para que no seáis juzgados; no condenéis para que no seáis condenados”. Por tanto, en concordancia con el mandato de Cristo, el Espíritu solicita por boca de Pablo que seamos mansos al momento de indicar alguna caída, mediante palabras de amor y aliento sacar del atolladero al hermano en necesidad y evitar a toda costa actitudes farisaicas, soberbias, discriminatorias y sobre todo, condenatorias.


Debemos en franca demostración de amor sobrellevarnos, porque todos tenemos una cruz, un aguijón y cosas por renunciarnos durante nuestro trayecto en la vida. Por esto mismo Jesús, en su andar nunca impuso más carga porque supo que en sí la carga llamada pecado y muerte ya son demasiado pesadas como para imponer al género humano de más requisitos.


Y si hay una ley que seguir, seguid ésta: la ley de Cristo que es amor entre los hermanos sobrellevándonos mutuamente.


Por otro lado, en sobriedad y con total apego a la humildad bien nos permite el Espíritu gloriarnos de cosas que nosotros en nuestro interior logramos (dejar de hacer una cosa pagana o inmunda, crecer espiritualmente, revelaciones, práctica del evangelio, testimonio de victoria y poder) a manera de fiesta privada entre la Deidad y nosotros puesto que es un logro de Dios en nosotros y no todos tenemos las mismas circunstancias.Pero eso sí. Glorificar al Padre cuando alcancemos un nuevo nivel espiritual ante toda la grey para el testimonio a ellos y para alabanza a Dios, por medio de Cristo. Evitemos dar demasía de palabras, baste sólo dar un general porque en ese momento no todos tendríamos el entendimiento de comprender todo el pormenor y lo que importa es la victoria y gozo del hermano para con nuestro Padre y así seamos copartícipes del gozo.


Mas ¿qué sucede? Los sectarios, los divisores, los que condenan azuzan a la congregación con el versículo 7, saliéndose por completo del verdadero contexto.


Esto se menciona para los obstinados, a los que no quieren renunciarse por completo, a los que quieren seguir en pos de poder, mamón o notoriedad. No para el grueso de la grey. Y la forma en como estos contumaces lo pregonan es que Dios como inquisidor se mete en nuestras conciencias y a fuerzas encontrará cosas malas en nosotros, manteniéndonos en la parte inferior. ¡Por amor a Cristo! Ya hemos establecido que bienaventurado el hombre a quien Dios no le imputa pecado y en Cristo ¡la salvación y redención son completas!


Ya el versículo ocho es la consecuencia del siete, para quienes se aferran a su mundanidad y la promesa a la gran mayoría de nosotros que preferimos al mover por el Espíritu.


Dios quiere vernos en perfección, no en condenación. Para nosotros el camino a seguir se establece en los versículos 9 y 10, casualmente el título de este tema. No recuerdo que en alguna congregación se predique esto sobre el versículo siete.


Esto es parte de la gran estructura espiritual de “sabios para la salvación” que no es otra cosa más que: no solamente soy salvo, sino que además poseo la sabiduría de Cristo y Dios por su gracia y misericordia, amén.


Se ha decidido empezar con el final para que cuando a la próxima le quieran condenar con el versículo siete de Gálatas 6, con toda la mansedumbre, amor, pero, sobre todo franqueza y comente: “Amén por eso, pero para eso camino según el Espíritu. Por tanto, la promesa que nunca burlaré a Dios o a mí mismo siempre estará vigente en mí, porque Cristo es en mí”.


Dejamos el fundamento en Gálatas 6, del 1 al 10. Que la paz y revelación del Señor Jesucristo en cuanto a este tema, les sea revelado con prontitud, amén. Saludos en amor a todos los lectores, que amablemente nos acompañan. ¡Cristo viene pronto!, amén. Paz, amor y gracia del Señor Jesucristo.


Gálatas 6:1-10 Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.3 Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.4 Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro;5 porque cada uno llevará su propia carga.6 El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.9 No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.



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