¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos J
- Cuerpo Editorial
- 14 abr 2019
- 5 Min. de lectura

Que la paz y gracia del Señor Jesucristo sobreabunden, sigan forjándose en ustedes amados lectores y creyentes. El contenido de este tópico no es para nada halagüeño para el religioso, el moralista o el judaizante. Ya podemos ver en los últimos capítulos el gran pesar y fuerte molestia que el apóstol Pablo manifiesta en cuanto a este tema se refiere (el volverse de la fe).
Y amados hermanos, recordemos que hay muchas maneras que los hombres pueden tener el perverso deseo de claudicar: el miedo al cambio, las riquezas, el querer ser judío, el miedo al futuro, el amor al mundo y a sí mismo, etcétera. Pero Pablo hace hincapié al horrendo retorno a lo que ya no es, a lo judío, lo esclavista y mortal que implica estar sometido bajo la ley.
De entrada, cuando alguien niega a Jesucristo lo refleja despreciando su crucifixión como el apóstol por el Espíritu establece ya en el primer versículo del tercer capítulo. Reprende duramente su grave osadía de dejar a un lado una comida recién puesta en la mesa para ir a buscar mendrugos en la basura. Es el oír por fe la recepción del Espíritu Santo, no por la ley, de otra manera los judíos tuviesen el poder espiritual de Jesucristo y no lo tienen.
Acusa y exhibe la necedad de todo aquel (aun en nuestros días) que pregona que lo nuevo está en lo viejo, invertir la división. Estar cimentados en Cristo representa un cociente entero () mientras que aferrarse a la ley mosaica es una decimal () y no necesitamos ser eruditos para saber qué cantidad es mayor.
Luego en su sincera disertación pone como muestra el mejor botón: la mayor excusa de los judaizantes: Abraham. Lo que no recuerdan muchos hermanos es que este siervo de Dios no tenía más ley que ¡CREER Y TENER FE EN DIOS! Todavía no nacía Moisés, por tanto, si Abraham entendió hace más de dos mil años que el camino de estar congraciados con Dios era teniendo fe en lo que Él dice, ¿Por qué ahora no entienden estos mentirosos esto?
Tanta fe, obediencia y amor tuvo Abraham para con Dios que fue recompensado con loable galardón. Todos los que creemos y amamos, obedecemos a Dios, ahora por medio de la gracia de Jesucristo, somos hijos descendientes de la simiente de Abraham, dado que el Padre nos injertó en ese olivo espiritual que representa a su familia. Los demás son remedios ajenos a semejante familia.
Y precisamente el sacrificio de Jesucristo en la cruz es el método exacto de inserción. Cual jardinero experto, el Padre ve en quienes creemos en Jesucristo esa fe necesaria y con su poder divino nos hace parte de la planta viva y ahora pasamos a ser parte de ella. Jesucristo viene ahora ser la savia que nutre nuestras células y al ser uno con Dios en Cristo crecemos y nos desarrollamos.
Abraham es pues, una lección de fe, no de la ley. Incluso, sabemos que el ser colgados en un madero implicaba ser maldito y Jesucristo, en amor profundo al Padre, accedió momentáneamente a esa maldición para poder cargar con todos los pecados de la humanidad. Ya quien no tenga mente para comprender, corazón para creer entonces ¡cuidado! La cauterización de la conciencia ha comenzado su perverso accionar.
Luego de ser quitada la maldición nos dejó vía libre a nosotros para ir directo a Dios y seguir cumpliendo el pacto que hizo a Abraham de concederle su sola simiente, la cual es ahora solo por Cristo. Ahora bien, la maldición sobre Jesucristo terminó en el instante que murió. Ahí Dios al resucitarlo dejó todo: su condición carnal, maldita y limitada para restaurar en nuestro poderoso Señor toda su esencia santa, pura y espiritual y ahora con el premio de ser el Verbo de Dios.
La promesa a Abraham continua por medio de nosotros porque así le plació al Padre, no por nosotros. Los judíos siguen velados y engañados, pero cuando se llegue el tiempo de aceptar a Jesucristo como su Mesías entonces y solo entonces verán que era siempre la fe y nunca la ley. Mientras eso pasa nosotros llevamos mano en esta época gracias al sacrificio de nuestro Señor Jesús.
Por tanto, amados nuestros, no cedan a la atractiva tentación de hacerse a la ley, porque implica desean ser maldecidos por ella al no ser capaces de cumplirla. Repetimos: Solo es el marco legal que estableció Dios para separar el bien del mal. La acotación de la conducta del hombre sobre la cual Dios mide las obras.
La fe en reconocer el valor del sacrificio en la cruz de Cristo, creer que él es el Hijo de Dios y, además, el Enviado del Padre a salvarnos mostrándonos el camino hacia el Padre es todo. Es lo que realmente salva.
Ponemos a continuación los versículos 1 al 18 del tercer capítulo de la carta a los gálatas como fundamento.
Que la gracia, el amor y la sabiduría de Cristo Jesús, Señor nuestro, continúen siendo añadidos en ustedes lectores y hermanos, amén.
Gálatas 3:1-18
¡¡Oh gálatas insensatos!! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? 2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? 3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? 4 ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. 5 Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe? El pacto de Dios con Abraham 6 Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. 8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. 10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. 15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. 17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.
Comments