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Conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 12 may 2018
  • 3 Min. de lectura

A pesar de no ser muy extenso el capítulo 12 de Romanos lo vamos a dividir en tres partes para su mejor comprensión.


En el primer versículo de los tres primeros hay una gran afirmación que hace el apóstol Pablo todo lo que acontece en la vida de todo ser humano: se establece la misericordia de Dios, todo sucede para misericordia y de eso podemos dar testimonio los hijos de Dios de nuestra vida.


Los capítulos 12 al 16 nos enseñan a comportarnos con la visión de la misión del hombre para con Dios a través de Jesucristo, para con uno mismo, para la iglesia y para el mundo. Dios no deja nada al azar en todo hay una manera de pensar, hablar, actuar, y vivir y en la carta a los Romanos se enseña a los hijos de Dios los rudimentos de nuestro testimonio.


A nuestro cuerpo enseña que lo presentemos en:

Sacrificio vivo, esto es, que ofrendamos la existencia de nuestro ser corporal día a día renunciándonos a lo que éramos para dar paso el nuevo modelo por el Espíritu Santo.


Santo, esto es, apartado del mundo y sus distractores no tener codicia o ser avaricioso sino tener contentamiento con lo que tengamos.


Agradable a Dios. La vida que agrada a Dios es vivir por una fe de sabiduría y de inteligencia, el cuerpo es una expresión de nuestro ser y nos pide que la utilicemos con el entendimiento.


Y termina el primer versículo con la meditación de que nuestro razonamiento prevalezca sobre las emociones y sentimientos, que sintamos la vida espiritual en nuestro cuerpo con nuestra mente y corazón. Que nuestra fe está basada para darle culto con el poder del Espíritu Santo en el conocimiento de la verdad a través de un razonamiento excelso y no en falsas concepciones humanas, moralistas y éticas que no tienen poder y solo sirve para amargura de inalcanzables perfecciones humanas.


El segundo versículo nos alienta a que en este tiempo es perecedero, es efímera la edad que podamos vivir. Es irrelevante para la eternidad, debemos de vivir en nuestras habilidades, destrezas y conocimientos que el Señor proveyó, a mantenerse firmes en la vocación y la hechura que Dios nos proporcionó, solo así podemos vivir en la buena voluntad de Dios que es perfecta y agradable para dar testimonio de lo eterno en nosotros.


Pero ¿Qué nos pasa? ¿Qué hacemos en y con nuestra vida? ¿Despreciamos nuestras habilidades para lo que hemos sido creados y nos dedicamos hacer otras actividades en las cuales se carece de talento e intelecto? ¿Descomponemos el plan en el cual hemos sido preparados o simplemente nos engaña el enemigo y nos atraen negocios o empleos en los cuales no somos aptos? Muchas veces, creyendo interpretar el nuevo pacto a nuestros propios pensamientos confundimos el vivir de un siervo, con el de un miembro del cuerpo de Cristo, llevando con ello a sus familias a una vida no deseada.


Nuestro Dios es un Dios de orden, de justicia y de poder: Él nos ha diseñado para ejercer su voluntad; sin embargo, consciente o inconscientemente -arrastrándonos por delirios emocionales de nuestra alma- cambiamos el curso de nuestra vida y nos movemos en diferentes hechos y circunstancias producto de no obedecer la voluntad de Dios. (En el editorial 219 trataremos este tema).


El versículo tercero explica lo importante de mantenerse firme en su nueva posición de fe y nos demanda no tener más alto concepto de sí que del que debe tener, sino a través de la meditación, el razonamiento puro de la nueva vida espiritual, vivir lo corporal con lo espiritual. Esto es, la fe es gradual y cuantitativa, la fe tiene medida y no es lo mismo la de uno que ejerce ministerio que la de un miembro del cuerpo. Así como los dedos de las manos y pies son diferentes y cada uno de ellos tiene diversa función que ayuda a todo el cuerpo, de la misma manera los hijos de Dios debemos mostrarnos ante Él, los hermanos y el mundo como fieles testimonios a la voluntad de nuestro Padre, Amén.


1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. 3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

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