Los primeros versículos del capítulo cinco en la carta a los Romanos el Espíritu enseñan el propósito esencial de Dios de nuestra condición en su plan de Salvación para con los hombres.
Nuestro Padre, el soberano Dios de amor, determinó que el hombre sea salvo de toda amenaza espiritual y envía a su Hijo Jesucristo a morir por nosotros. Este plan tiene como inicio justificarnos por la fe en su Hijo Jesucristo y darnos esa paz tan necesaria para con la comunión con Dios.
Como una secuencia, tenemos entrada por esa fe con firmeza y nos envuelve en la esperanza de la gloria de Dios. En otras palabras, la fe que ha depositado el Padre en nuestra vida nos permite tener la confianza de tener acceso a Su gracia y a Su gloria.
Lo inexplicable es que aun con estas palabras no comprendan los creyentes que una fe en Jesucristo produce reinar en tu vida en todo lugar en que te desenvuelvas: casa, trabajo, escuela, en cualquier lugar el señorío de Dios está en tu vida. Hoy no se enseña esta situación de gloria por falsos obreros que ejercen un control y dominio de las almas de los creyentes.
Esta gracia, anteriormente discreta, hay que experimentarla en tu vida; no existe parcialidad. Es para todos los creyentes a fin de que disfrutemos la fe que nos ha dado el Padre. En las cosas del mundo, de nuestra carne y ataques del enemigo somos más que vencedores, confirmando que son los del mundo que deberán temer de nosotros y no al revés. Por ello el Espíritu Santo nos ha enseñado: si Dios con nosotros ¿quién contra nosotros? Porque nuestro Padre es Dios y se agrada que andemos en fe. Los siguientes versículos hay que interpretarlos de la siguiente manera:
3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
La inserción de estos versículos obedece a que si tomas los dos versículos anteriores estás preparado para gloriarte en la tribulación. O sea, has sido preparado para pasar por la tribulación que te ha de venir por profesar a Cristo en el mundo. Cada quien tendrá su propia tribulación, como un cuerpo cada miembro tiene su propia tribulación de acuerdo a lo que estés utilizando. El corolario de la tribulación es que produce paciencia. Una paciencia que es necesaria para fortalecer la fe y que nos va a enseñar a ser humildes para la prueba.
Utilizaremos una analogía de los estudios para tener una mejor comprensión. Después de inscribirnos en una escuela y obtener diferentes conocimientos en los estudios realizados en un cierto período viene un examen o una prueba para conocer qué tanto aprendimos de las enseñanzas. Eso mismo sucede en la vida espiritual de los hijos de Dios, en las pruebas salimos airosos por la fe depositada en el Hijo de Dios.
Y la esperanza es el fin de nuestro proceso delante de Dios, una de las promesas por ejercitar nuestra fe. Jesucristo en el inicio del evangelio dijo: “los valientes arrebatan el reino de los cielos”. Hasta en eso es magnánimo Dios, pues aún sin ser escogido para salvación da la opción de arrebatar la salvación. Hasta ahí es el libre albedrio que tienen las personas. Por eso está escrito que Dios no quiere que nadie se pierda.
El sacrificio de Jesucristo en la cruz nos reconcilia con Dios, nos justifica, nos otorga la salvación; sólo hay que vivir en su palabra y en lo que está escrito en el nuevo pacto y con ello la vida eterna. No requerimos de religión, ni de ley, ni poner los ojos en un pueblo. Solo creer en el plan de Dios para el hombre de esta generación. Amén.
¿Lo dudas? Te invito a leer los siguientes versículos:
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.