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Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso

  • Foto del escritor: Cuerpo Editorial
    Cuerpo Editorial
  • 25 feb 2018
  • 4 Min. de lectura

En los primeros versículos del capítulo 3 de la epístola a los Romanos se desprende una pregunta por demás directa con su contundente respuesta.


¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión?


2 Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios.


De entre todas las naciones ya existentes en el mundo antiguo, Dios creó su propio pueblo, el judío, y siendo necesario fuese distinto a los demás, lo preparó con el tiempo. Después de ser rescatado de Egipto, Dios le otorgó una ley (mandamientos) mientras estaba en el desierto y en el transcurso de su vida antigua fue recopilando más ordenanzas y principios sabios y así envolverlos en una fragancia única de olor agradable a su Creador y despertar en ellos una obediencia a sus preceptos.


Pongamos ahora en perspectiva lo siguiente: hasta antes de Abram los siervos de Dios no tenían una nacionalidad propia. Fue mediante la fe de Abraham al llamado de salir de Ur lo que desarrolló el plan de Dios de crear un pueblo para la alabanza de Su nombre y vivir una libertad absoluta. Así fueron los primeros comienzos. Luego, a través de Isaac y Jacob fue creciendo su población, en tierras hostiles y se identifican con la señal de la circuncisión, acto que trae un pacto y los diferencia del resto del mundo. Posteriormente, por mandato de Dios y de la mano de Moisés, los judíos fueron liberados y se les concedió la promesa dada a Abraham de tener un lugar propio para vivir: Jerusalén y alrededores. Lastimosamente, desde ese tiempo hasta la primera venida del Señor Jesucristo (por no decir que aún en estas fechas actuales) los judíos no pudieron quitarse el oprobio de no poder obedecer la ley, a pesar de grandes llamamientos de los profetas enviados por Dios para volverlos de su error.


Mas ésta llegada del Señor Jesucristo al pueblo que Dios mismo eligió provocó la aversión al nuevo plan de Dios: la fe, la esperanza y el amor. Jesús, en diferentes pasajes expone las nuevas maneras que Dios ha establecido para que se vuelvan a Él. Los judíos ya estaban impregnados de la idolatría al templo, a la ciudad de Jerusalén y todo material para conquistar al mundo. Dejaron de oír y ver a su Dios y rechazan a Jesucristo, es en breves palabras la condición de un pueblo que no quiso obedecer a su Creador y en forma hipócrita se ufanaba cumplidor de la ley de Dios.


El tercer versículo, ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? Por principio de cuentas, todo plan en el hombre proviene del Hacedor del hombre. Luego, Dios es Soberano en sus planes: Él dice lo que debe de seguirse, obedecerse o acatarse. No es el hombre, no es el pueblo ni la creatura: es al Creador a quien debe sujetarse toda su creación: INCLUYENDO al hombre. Los judíos pretendieron suplantar soezmente la autoridad de Dios a través de un clero hipócrita, mentiroso, arrogante y soberbio al apartarse de Jesucristo creyendo que así obedecían a Dios. Su incredulidad los perdió, su desobediencia los humilló y su orgullo los maldijo hasta nuestros días.


Por tanto, sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso es una verdad absoluta en cualquier etapa de la humanidad dispuesta por Dios. Ahora es la iglesia el pueblo al que se le ha encomendado obedecer a Dios a través de Jesucristo. Así como Dios se agradó de ver la ofrenda de la oveja inmolada de Abel, así ahora en nuestro tiempo ve con el mismo agrado a los hombres presentar la fe en el sacrificio de su Hijo amado. Estos tiempos son para el testimonio de gentiles y judíos creyentes y verse como miembros del cuerpo de Jesucristo, teniendo la gracia de ser revestidos en las obras que Dios ya hizo en nosotros. Ésa es la verdad de Dios de nuestros tiempos.


Quien quiera presentar a los judíos como una ofrenda agradable ¡terrible cosa le aguarda en su vida al menospreciar la ofrenda que hizo nuestro Señor! Y este plan representa la esperanza de todo hombre desde la misma caída de Adán. Ahora es el tiempo de la fe, de la proclamación de la fe y de todo aquello que implique vivir en y con fe y como solución final el amor en nuestras vidas. Quienes no crean en lo que explicamos, la condenación está sobre ellos porque la ley no es para los hijos. La salvación no se pierde, tenemos que luchar con la carne pero reconocer que dichas faltas están y permanecerán en nuestra carne y debemos entender que Dios no quiere nuestra carne, sino nuestra alma entregada en cuerpo y espíritu a la fe de aquél que nos salvó. No irritemos a nuestro Padre al pretender querer salvarnos a nosotros mismos. Reconozcamos que sin su Espíritu y fuera de la fe no hay salvación.


Ya no son obras en la ley, sino la fe en la palabra de Jesucristo, poner en obra que el Señor Jesucristo ya pagó tus faltas, pecados, debilidades en la carne, errores, delitos, etc., ahora la salvación proviene de ese propósito de Dios del sacrificio de su Hijo y de obedecer a su palabra.


Estemos sujetos en obediencia por el mismo Espíritu y el plan de Dios será una realidad, ser salvos y partícipes de la vida eterna. Amén.


Transcribo para honra y gloria del Señor Jesús los siguientes versículos de esperanza en el amor de Dios sobre todos los creyentes. Amén.


¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión? 2 Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios. 3 ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? 4 De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, Y venzas cuando fueres juzgado. 5 Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.) 6 En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo? 7 Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador? 8 ¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?





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