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Esta referencia bíblica registrada por el Espíritu santo exclamada por nuestro Señor Jesucristo a los futuros apóstoles, constituye lo que nos da cabida a todas las piedras preciosas del gran templo del Señor Jesucristo: su iglesia. Porque nosotros no vimos y no oímos al Señor Jesucristo, pero creemos con fe todo lo registrado en los cuatro evangelios. Y en todo lo que está escrito en los demás libros que componen el nuevo testamento.
Y nos hacemos partícipes de esta bienaventuranza en nuestras vidas y nos declaramos hijos de Dios por la fe en el Señor Jesucristo. Tomás en su incredulidad representa a una gran parte de los creyentes que no creen y no viven las promesas del Señor Jesucristo, las conocen pero no las aplican, prefieren volver a las promesas hechas a los judaicos. Hay una gran diferencia de la religión judaica a la vida espiritual de nuestro Señor Jesucristo para sus santos. Y ellos se empecinan en volver atrás, a lo antiguo, a lo obsoleto, a lo que no es para nosotros.
Voy a transcribir el siguiente pasaje bíblico para mostrar el no estar unido con los demás y lo leemos en el capítulo del evangelio de Juan 20:24-29:
24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. 25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. 26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. 27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. 28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! 29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
Este relato es importante resaltarlo porque constituye una gran prueba de amor que tiene Jesucristo para los discípulos. No le increpó, no le regañó solo hace la distinción de los que creen y los que requieren de muchas palabras y hechos; olvidando que por fe todas las cosas suceden.
La iglesia se debe mover por las cosas invisibles que no están en el mundo, no por las cosas que vemos y generalmente son del mundo y del diablo. El Espirtu no requiere nada del mundo, se puede vivir sin ello y debe vivir para y por el Espíritu como testimonio de que somos de él y que sólo somos extranjeros de esta tierra, la vida verdadera está en la eternidad, gózate en su palabra, en sus promesas, en sus mandamientos, en sus acciones. Lo de aquí es sensualidad, sentimentalismo, emoción y valores axiológicos. La vida espiritual inicia en reconocer a Jesucriso como el Hijo de Dios, es tu parte debajo de este sol, es tu pasaporte a la eternidad, es tu pase para presenciar en el estadio del mundo los juegos de la gente que deambulan sin Dios. La exclamación de Tomás deja confusión en la carne. ¡Señor mío y Dios mío! no es una referencia a Jesucristo. Sino una loa al Padre de tenerlo entre sus planes de salvación.
Voy a poner un ejemplo: Si llego a una reunión de hermanos y uno de ellos se levanta y dice “¡Gloria a Dios!” no está diciendo que yo sea Dios, simplemente glorifica a Dios por el hecho de tener un propósito agradable, visitarnos los hermanos o congregarnos.
Alabado sea Dios por mantenernos en la roca de salvación (Jesucristo). Amén.