El título del presente tema hace referencia a una sentencia pronunciada por el Señor Jesús ante el cuestionamiento que le hizo uno de sus discípulos, cabe aclarar que esta profecía es para los discípulos del maestro solamente. Está dicha, guardada y registrada por el Espíritu Santo en el nuevo pacto.
En el capítulo de Marcos 13:1-2 está escrito: “Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios. 2 Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada”. Para todo judío, Jerusalén constituía el centro de su nación y el templo era su máxima joya de admiración. Esa generación no conoció el antiguo templo de Salomón que fue una verdadera belleza arquitectónica edificada por especificaciones dadas por Dios mismo, esta nueva versión del templo no reunía ni el cincuenta por ciento de aquel majestuoso edificio de adoración.
Jesús vino a enseñar a sus discípulos que las cosas materiales habían quedado atrás, ahora la visión será espiritual y todo lo visible ya no es nunca más. Esto es triste para el mundo denominacional poque ha olvidado este pasaje bíblico que relata la inutilidad de poseer edificios suntosos y adornados, ya que en su nueva doctrina esto es obsoleto.
Y sus palabras son dichas para que los discípulos y todo creyente las recuerde para que no se impongan deseos inútiles de construir templos de materiales y hechos por manos de hombres, si tu has visto construir edificios denominados templos es porque siguen a satanás y no a Jesucristo.
Los discípulos Pedro, Jacobo, Juan y Andrés extrañados le preguntan: “¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?” En un próximo número determinaremos la revelación del registro de los cuatro nombres de los discípulos que preguntaron al Señor Jesús.
Marcos 13:5-18
5 Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe; 6 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos. 7 Mas cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda así; pero aún no es el fin. 8 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos. 9 Pero mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, para testimonio a ellos. 10 Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones. 11 Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. 12 Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán. 13 Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. 14 Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes. 15 El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa; 16 y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. 17 Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! 18 Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno;
Hasta este versículo el Señor Jesús registra el acontecimiento de lo que sucederá en los tiempos de la destrucción del templo. Primeramente alerta de todos los falsos que se hacen llamar “yo soy el Cristo”. La nación judía esperaba al Mesías, era su realidad y buscaban en cualquier embustero e impostor que fuera el Cristo, durante setenta años la iglesia se movió en Jerusalén con libertad, testimonio y poder, lo atestigua el Espíritu Santo que transcribe en los primeros capítulos de Hechos de los apóstoles: La vida operativa de la iglesia.
Posteriormente el Señor narra sucesos extraños que habrían de acontecer en la ciudad de Jerusalén, es evidente que la maldición que se hicieron los judíos a sí mismos, se iba a cumplir conforme a los dichos de su boca. Haber matado al Hijo de Dios y no haberle reconocido, les llevaría un juicio de horrendas consecuencias.
En los versículos del 9 al 13 se describe la particularidad de evangelizar el nombre de Jesucristo, la persecución es para los que retiene el nombre de Jesucristo, no de Dios y Señor, estos términos son ambiguos y esconden cobardía por no pronunciar al Padre y Jesucristo.
En el versículo 10 “Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones”, constituye la obra del Espíritu Santo en el apóstol Pablo y otros que recorrieron el mundo para llevar el evangelio de Jesucristo.
En versículo 11 se constituye un parámetro de los verdaderos evangelizadores de Jesucristo cuando los religiosos los lleven a las autoridades, el que hablará será el Espíritu Santo, no eres tu, sino el que obra en ti.
La enseñanza es dura y la familia se divide por causa del nombre de Jesucristo, en los tiempos de persecución: el pellejo hay que salvarlo y delatarán a los hijos de Dios por salvaguardar la vida, el miedo embarga a los familiares y entregarán a los familiares que creen en Cristo: así sucederá en los tiempos finales y no te aborrecen por tus creencias sino porque mantienes a Jesucristo en tus labios y en tu vida espiritual. El mundo y el enemigo de Dios no toleran a Jesucristo.
Por poner un ejemplo, anteriormente había jugadores creyentes de futbol soccer que anotaban un gol y sacaban el mensaje de salvación “Jesús salva”, ahora esta totalmente prohibido y quien lo haga lo expulsan del futbol. Por eso se vive lo que esta profetizado, a lo bueno lo llamarán malo y a lo malo, bueno.
En el versículo 14 dice: Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes.
El historiador Flavio Josefo, un judío que se encargó de narrar la historia de la caída de Jerusalén, nos narra que en el templo se derramó tanta sangre de los judíos que se quedaron a defender la ciudad al ser invadida que corrían ríos de sangre por las escalinatas del interior del templo. Deben recordar amables lectores que los sacrificios de los animales se hacían fuera del templo y no en el interior del templo en donde fueron masacrados y otros se suicidaron. Comenta el historiador judío que el general romano encargado de la operación militar quería salvaguardar el templo para su dios pagano pero al ver la gran cantidad de sangre entre las paredes, muros, columnas y puertas. Opto por destruirlo, confirmándose la profecía del Señor Jesucristo dicha años atrás.
Esa es la abominación desoladora que se refiere el Señor Jesús, la invasión y destrucción de Jerusalén y su templo. Pero habrá otra en los finales tiempos, esa se verá en próximos capítulos. Los discípulos conocieron de la profecía y les fue recordada por el Espíritu Santo, ellos transmitieron la profecía a la iglesia e hicieron lo que el Señor les había ordenado ¡salid no tomando lo necesario y no trayendo nada entonces los que estén en Judea huyan a los montes!
15 El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa;
16 y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa.
17 Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días!
18 Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno;
Salid de las religiones, del mundo denominacion e id en pos de Jesucristo en libertad y en la verdad. Amén.