
Está escrito en el evangelio de Mateo que Jesús llegó a el huerto de Getsemaní e hizo sentar a su discípulos, solo tomó a Pedro y a los hijos de Zebedeo y comenzó angustiarse en gran manera. Entonces Jesús dijo: mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.
Jesucristo experimentó en la carne la angustia del alma, “hasta la muerte”, el Hijo del Dios viviente, sintió en vida la muerte, gran consternación y lucha tenía el Señor Jesús, su futuro sacrificio seguía en pie y se acercaba ese momento, ni Pedro y los otros dos solventaron la vigilia, él va hacia adelante solo, postrado sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero sino como tú.
En este versículo dice Padre mío, no dice -Padre nuestro- porque en esta oración no está incluida la iglesia ya que es un acto de obediencia del Hijo con su Padre, la copa es difícil tomarla, pero es el sacrificio del Cordero de Dios en propiciación por su iglesia, es la renunciación a todo, inclusive de alejarse de la presencia de Dios, Jesucristo estaba colmado de dolor ante ese trance, sabe que ese sacrificio es la culminación del amor de Dios por su creación: el hombre. Tiene que suceder así, su ministerio había terminado y esa forma le agradó a Dios para aceptar el sacrificio para salvación de los que tienen fe en el Señor Jesucristo.
Los que quieren aparecer esto como una sentencia de muerte natural y humana, No, es ése el significado sino que, él siendo el Hijo de Dios, salido de Dios y, habiendo estado en la presencia eterna con él, se iba a separar para cargar todos los pecados del mundo, de todos los hombres e iba llevar todos los dolores de todos los seres humanos… ¡Tremendo sacrificio! ¡Terrible angustia vivió esos momentos!
Cuestiona a Pedro: ¿así que no habéis podido velar conmigo una hora? Recuerda la promesa de su ministerio, si dos o más se ponen de acuerdo, en una cosa os será hecho por mi Padre. Pero era necesario estar en la presencia del Señor.
Nos describe en un versículo lo importante de velar y orar, para que no entremos en tentación. Otra vez fue y oró por segunda vez diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Otra vez debe predeterminar la voluntad del Padre, la copa la debemos de beber cada uno de los hijos de Dios, la copa de bendición, y la copa de los demonios que la sigan bebiendo los religiosos en sus idolatrías.
Regresa a donde estaban sus discípulos dice la escritura que sus ojos estaban cargados de sueño, Dios tenía un propósito: esta oración nada, ni nadie, podía interferir, era un asunto espiritualmente valorado con una gran estimación por la vida de millones y millones de almas que estaban pendientes de seguir el curso del plan de Dios para salvación de los creyentes.
Se regresó por tercera ocasión y le fue confirmada su misión, su sacrificio y su obediencia al Padre, volvió a sus a sus discípulos y les dijo: dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora y el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores.
Los pecadores son los religiosos, los del mundo, los traidores al Señor Jesucristo. Que difícil situación para aquellos que prendieron a Jesucristo, fueron escogidos para la peor obra concedida para un ser humano. Y más difícil también, para aquellos que lean y oigan esta palabra y no la crean, también fueron escogidos para una de las obras humanas más aborrecibles a Dios.
Los pecadores que reconocen a Jesucristo como el Hijo de Dios son los salvos y merecedores de la vida eterna; los pecadores que les es entregado a Jesucristo y no lo reciben o adulteran la voluntad de Dios, o no le crean, se hacen cada vez a su condenación.
En Mateo 26:46 está escrito: levantaos, vamos; ved se acerca el que me entrega. Se refería a Judas el discípulo traidor que fue con los religiosos judíos y por dinero lo entregó. Algo sucede en las religiones, denominaciones y sectas descansan en el dinero y por el dinero hacen todo lo malo.
Vuélvete a Jesucristo creyendo confesando y proclamándolo como el Hijo de Dios, pues tanto como los que le prendieron esa noche, como los que no creen y le niegan, tendrán en sus manos qué responder por esa sangre justa, pura, derramada para remisión de pecados y, si bien es cierto ya estaba profetizado, también es cierto que para que haya un juicio debe haber un culpable, todo aquél que rechace la oferta de vida eterna proclamada por el Señor Jesús. Amén.