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El juicio de las naciones


Aun cuando el Blog Buenas Nuevas como norma ha definido proclamar la sana doctrina del Señor Jesucristo en su amor y misericordia para toda su iglesia, es menester para el conocimiento de todos sus seguidores explicar estas palabras para comprender la voluntad de nuestro Padre maravilloso en el paso de nuestra existencia en este mundo.


Jesucristo expresó a sus discípulos y posteriormente por el Espíritu Santo el discernimiento de estos versículos que transcribiremos íntegramente para que se comprenda en qué consiste este juicio que ha sido explicado de muchas formas y han olvidado un gran conocimiento y en algunas ocasiones no han sido difundidas en la verdad.


Ruego a ustedes lectores; hermanos y hermanas que disciernan en el Espíritu esta disertación y en el nombre del poderoso Señor Jesucristo iniciamos lo que está escrito en Mateo 25:31-46 31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria,32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. 41 Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. 46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.


Nuestro majestuoso Señor Jesús es el hijo del hombre y nos comparte la visión a los que hemos sido llamados para ser miembros de su iglesia, vendrá como ha sido su promesa y en el cual todos los que han creído, declarado, y proclamado que Jesucristo es el Hijo de Dios veremos este juicio de amor y misericordia de nuestro Señor y Salvador.


Este juicio no es para su iglesia ni habrá hijos en ese juicio. En su segunda venida se realizará este magno evento, rodeado de toda gloria y se sentará en su trono de gloria, ¿cuál es el lugar en que se sentará: el monte de los olivos, el valle de Josafat, el monte de Sión? El Señor Jesucristo no lo dice y en todas las cartas epistolares no hay un indicio en dónde se celebrará. Lo importante es creer que va a suceder para nuestra consolación y nuestra esperanza que siempre esté en él.


El juicio de naciones (hombres de un mismo idioma, cultura, residencia geográfica y todos los entes culturales de afinidad en ese tiempo) serán reunidas delante de su presencia, no hay escondite o lugares de refugio. Todas las naciones son todas: él es un Señor poderoso, lleno de juicio y de justicia y es evidente que después de las plagas y juicios que han caído sobre la tierra el número no será muy numeroso, pues habrán desaparecido casi dos tercios de la población.


Discierno en el Espíritu que sucederá después de la batalla de Armagedón y serán las naciones que sobrevivan para ser juzgadas: unas para vivir en el milenio en conjunto con la iglesia teniendo ésta la autoridad sobre la población y las otras para un destino de castigo eterno.


Todo se va a restaurar con el poder del Señor Jesucristo, el milenio va a ser un ejemplo de convivencia humana espiritual, el Señor regirá con vara de hierro y los que sean puestos como autoridad hermanos consagrados al servicio de la iglesia del Señor en su vida terrenal. Ver blog en las próximas semanas (El milenio) Jesucristo es el rey que enjuicia y es el buen Pastor y separará las ovejas de los cabritos para hacer juicio.


No se refiere a naciones dóciles y naciones guerreras belicosas, se refiere a quienes obedecieron y quienes fueron rebeldes a su palabra; a la derecha las ovejas y los cabritos a la izquierda, es en este lugar y momento en el cual esgrime los argumentos para juzgar y para dar sentencia como describe en los siguientes versículos:


34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.

35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;

36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.

Ya todo está hecho si hay algo que nos dice el Espíritu Santo sobre nuestra profesión de Cristo es que ya estamos destinados desde antes de la fundación del mundo a reinar, la iglesia está profetizada para consolación nuestra, todos aquellos que nos hagan las anteriores acciones serán recompensados en este momento, estas ovejas no son la iglesia: son a los que dispuso el Padre para que nos ayudaran en nuestro transitar por este mundo, son naciones que dispusieron leyes para apoyar a la iglesia y la propagación del evangelio.

Aquí hay un misterio: no es el pueblo judío, ellos no quisieron a Jesucristo, ni recibir al Padre como su Dios, ellos hasta en el último momento volvieron sus ojos contra Dios. No, son naciones que apoyaron a los hermanos en Cristo, la iglesia no es bien vista en el mundo, el enemigo de Dios ha engañado a naciones enteras a ver como enemiga a la iglesia de Jesucristo. Esas naciones son las que Dios ha preparado para asistir y apoyar a los pequeñitos de Dios, las promesas espirituales que Dios le ha dado a su iglesia la ha confirmado con la ayuda de esas naciones en nuestras aflicciones, ellos desconocen ese servicio como está escrito en 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?

38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?

39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?


La iglesia no es portadora de grandes promesas terrenales, como nos lo hacen creer los falsos predicadores sino las espirituales, por más que nos orientó el Señor Jesús a que fuéramos prudentes como las serpientes, estábamos ocupados en la cosas de arriba y no fueron sagaces ni astutos.


La Iglesia ve al Señor Jesús y mira cuantas cosas suceden a su alrededor, cuantos milagros de subsistencia en un mundo plagado de enemigos de Dios que quiere destruir el testimonio de una iglesia


El juicio de las naciones es para premiar a los que ayudaron a la iglesia y para sentenciar a los que la atacaron: nosotros somos los pequeñitos, los niños, los humildes y los mansos el servicio que realicen a los de Cristo recibirán su premio. Las naciones no tienen el suficiente conocimiento de Jesucristo que no les alcanza a comprender, el amor de su juicio y así lo declara en el siguiente versículo:


40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

A los de la izquierda; los cabritos, les habla como Rey:

41 Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;

43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.

44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?

45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.

46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna


Esta tremenda palabra es la antesala al juicio del trono blanco, no admite la cercanía el Rey con los cabritos y les profetiza su destino pues lo que debieron de haber hecho no lo hicieron, antes bien se concretaron a perseguir y atacar a todos los remanentes de la iglesia y del Israel convertido que reconocen la segunda venida de Jesucristo.

La iglesia, en el contexto de los versículos que anteceden a este pasaje y los que le siguen estará esperando este juicio, no es partícipe porque ella tiene una gloria muy especial, reconoce la promesa del Señor Jesucristo por los últimos remanentes salvos y sabe la posición que tiene la iglesia sobre el pueblo de Israel y remanentes.


Estos versículos son para conocer la grandeza de nuestro Señor Jesús y el poder que tiene; este poder es el que ejerce en estos tiempos en nuestra vida, pero por vivir con los ojos puestos en el mundo, y deleitarnos en nuestra carne, nos olvidamos de las promesas que habrán de cumplirse. Iglesia de Jesucristo establecida en toda la tierra: Os exhortamos a vivir el evangelio de Jesucristo y su palabra, no te empecines a volver tus ojos a la ley y los profetas, si lees los evangelios verás que los judíos, su pueblo, lo desecharon. A la iglesia les dio la potestad de ser hijos de Dios y el Señor de llamarte miembro de su cuerpo y el cómo tu cabeza, Jesucristo tiene una majestad y gloria dada por el Padre inmensa e indescriptible.


Somos el reino de Dios en esta tierra, su Espíritu Santo que mora en nosotros es el poder espiritual para vencer el mundo, no somos de este mundo, no vivamos conforme a nuestra carne y acostumbremos a nuestra alma a dirigirse en el espíritu a nuestro Padre por medio de su Hijo Jesucristo. Amén.

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