La paz y gracia de nuestro Señor Jesucristo en tu vida.
Lo único que nos pide el Señor Jesús es la fe en su nombre y en su palabra, vivirla y aplicarla diariamente. En muchos pasajes, el Espíritu Santo guardó para nuestras generaciones estos momentos bíblicos en el nuevo testamento. Que el mundo no tenga fe en el Señor Jesús, no nos debe importar, que los religiosos y los que intentan impedir la propagación de la fe nos quieran atemorizar, tampoco debemos de interesarnos, lo que sí es importante para el Señor Jesús es qué hacemos con nuestra fe, que no la adquirimos por nosotros mismos, sino que nos fue otorgada por amor de nuestro Padre.
En un pasaje bíblico se describe a una mujer cananea (gentil como nosotros), que cuando lo vio, fue tras él, seguramente había oído de las grandes maravillas que él había hecho o bien le habían dicho de las grandes enseñanzas que daba al pueblo.
Ella clama “hijo de David” conocía su linaje judío pero en el fondo sabía de su linaje espiritual. Aunque al principio Jesús no le responde -era mucha su insistencia, su problema era grave: su hija; Dios puso ese amor en los padres- el amor filial de una madre por una hija no tiene comparación- no le importa que la juzguen loca, sigue corriendo tras él.
Los discípulos se fastidiaron y le rogaron que la despidiera, no le pidieron intercesión, quizás recordando que por caminos de samaritanos (gentiles) no andéis. Jesús respondió que viene por las ovejas perdidas de la casa de Israel, aquel pueblo que Dios le otorgó grandes maravillas, su ley y sus profetas para enderezar el camino.
-Señor socórrerme- le dijo ella postrándose.
Jesús le respondió- No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos, él es el pan de vida y estaba en el proceso para salvar al pueblo judío, el deseaba dar una lección para sus discípulos judíos al ver que los gentiles clamarían por él, Jesús en su analogía nos dice perrillos y hasta la fecha el pueblo judío nos dicen perros a los gentiles (a ver si entiende amable lector la naturaleza humana de los judíos) la comparación no es odiosa, al contrario, es amorosa. Todo el amor que dispensó Dios al pueblo judío lo iba dispensar ahora a todas las naciones y se iba constituir el modelo perfecto de su cuerpo: la iglesia.
La cananea nos dice a la iglesia: clama al Señor Jesús en él está la vida, no es el conocimiento, eso viene después: es el corazón lleno de fe lo que obliga a moverlo, llénate de fe, el Espíritu Santo que mora en nosotros tiene una esencia entre muchas esencias de fe ejércela en este tiempo peligroso y vuélvete a su palabra.
Dios nos enseña que ahora es la iglesia la que tiene que acudir ante Él por la fe, sabía que los judíos habían recibido por muchos siglos lo mejor del trigo y el maná físico y ahora se acercaba el tiempo de rechazar el pan de vida y este pan de vida es para su iglesia.
La declaración de la cananea es para recordarse siempre de nuestro linaje en que fuimos cubiertos Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
No pedía pan, solo migajas de su poder, amor y compasión, reconoce su condición y su alejamiento. Al cuerpo editorial de nuestro blog nos conmueve participarles en este editorial el amor de nuestro Padre al enviar a su Hijo nuestra esencia y naturaleza divina que hemos sido provistos, igual que ese pueblo judío que no quiso contener su elección para ser fiel al Padre.
Te invitamos a que dejes que el Espíritu Santo te conduzca a la maravillosa fe en nuestro Señor Jesucristo.
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
Y qué mejor gracia que de ser perrillos ahora seamos transformados por medio de JESUCRISTO en hijos de Dios, gracias a esa misericordia que de ser últimos ahora seamos de los primeros al tener la humildad de aceptarle como el Enviado de Dios, el Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador de nuestras almas.
Si mantenemos esta inercia, de no olvidar nuestro origen y por medio de quién estamos delante de quienes eran antes pueblo, seremos aroma fragante ante el Unico y sabio Dios, nuestro Padre. ¡Bendito sea por siempre y para siempre! Amén.
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