La mentira es el tercer y último tema de explicación en esta entrega. Se comentó anteriormente a la rebeldía como un estado almático muy deplorable para con Dios. Posteriormente la traición es el veneno que mancha y pervierte el alma al actuar con cobardía y por las espaldas contra alguien no deseado. Se especificó que una aptitud del traidor es la mentira. ¿Por qué?
Porque los traidores no pueden decir verdades. La verdad es un ítem exclusivo para los seres de luz, espirituales. La mentira en esencia es:
a)Negación frontal de una verdad.
Es la capacidad mental y verbal de cambiar al modo opuesto el concepto de algo de modo convincente con tal de hacer creer lo que se asevera al oyente. Una mentira de este tipo es por ejemplo, que Jesucristo nunca vino, no existió y es un cuento de las iglesias que le predican. Ateos, pseudocientíficos y perros son los que usan ese tipo de mentira para demostrar con “evidencias” sus declaraciones.
b)Ocultamiento de una verdad.
Es la acción consciente de encubrir una verdad con declaraciones accesorias a la misma con tal de perder el sentido literal o real de la verdad, para que el oyente escuche todo lo demás, pero no la verdad en sí. Una mentira de este tipo es el dogma de María como “virgen” y “santísima” al agregar muchas falsas descripciones en torno a su existencia como humana al otorgarle potestades y favores que no tiene. Personas como religiosos, falsos maestros, falsos apóstoles usan este tipo de mentiras para crear redes de fantasías mentirosas y entretienen a sus oyentes como artimañas.
c)Tergiversar una verdad.
Es el hecho premeditado de predicar una verdad, pero manipulando la interpretación de ésta de manera que convenga a quien la dice para causar confusiones y divisiones en su entorno. Este tipo de estratagemas es típico del diablo y sus secuaces, los lobos y los falsos obreros que dentro de las congregaciones usan versículos textuales de la escritura para convertirlos en sus propios evangelios. Ejemplos de este tipo sobran pero uno de ellos es el hecho de querer judaizar a la congregación en Cristo.
Como podrán observar amados lectores, no es fácil dar con estos seres del mal porque trabajan día y noche para perfeccionar sus malas intenciones y como su guiador les dice, buscan hurtar, matar y destruir lo que sea ajeno a ellos y sus intereses. Pero en el Espíritu, es sencillo demostrar quiénes son los que están en el error, pues los mentirosos al ser descubiertos dirán toda clase de malas palabras y excusas.
Los mentirosos harán lo que sea con tal de lograr adeptos y prosélitos en los cuales sentirse orgullosos y poderosos. Ellos no tienen miramientos ni conciencia que les redarguya del mal que hacen al prójimo, porque ellos no reconocen prójimo alguno. Conocen a sus víctimas, las estudian y según sus debilidades les atraen con palabras lisonjeras y aduladoras hasta que es demasiado tarde para salir del lazo.
Las personas mentirosas no poseen amor, sino odio. Carecen de fe porque no creen en nada que no sea ellas mismas. Su única esperanza es tener gente que caiga en sus manos para hacer con ellas lo que les venga en gana.
Y como pueden ver, Jesucristo jamás anduvo con estas cosas. Siempre anduvo con la verdad, siempre confrontó a los malos y aun muestra misericordia por los que todavía le resisten. Algunos quizás vuelva de su mal camino, otros no lo harán.
Mas la verdad siempre tiene que ser parte de nuestra expresión. No es posible no mentir, pero en lo secular es más tolerable. ¿Qué quiero decir? Que tal vez mintamos para no quedar mal en alguna ocasión, vergüenza o cobardía por el “qué dirán”, parte de nuestra humana debilidad. Pero en lo espiritual, lo que antaña a Cristo y su doctrina NO HAY TOLERANCIA. Ni de Dios ni los hombres.
Apreciables lectores, sean estas letras un refrigerio espiritual para sus almas, pues la sabiduría espiritual es de más valor que la humana. Sepan que la persona que ande en verdad como su forma de hablar siempre tendrá el respeto de las que no la practican, pues es un distintivo único y escaso. Y la persona que esté en la Verdad, en Cristo, multiplica con creces esa aptitud.
No puedo terminar este escrito sin antes recordar que debemos, porque nos debemos en cuerpo y alma a nuestro Señor Jesucristo, rogar que sea Él quien nos perfeccione en su tiempo, conforme a la Voluntad del Padre amado que está en los cielos, por medio de su Espíritu Santo, amén.