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  • Foto del escritorCuerpo Editorial

Editorial 31


El género humano es una especie creada por Dios hace mucho tiempo como el punto máximo de su creación. Tan es así, que el mismísimo enemigo de Dios atentó contra éste haciéndole caer. Ya desprovisto de toda gracia y expulsado del Edén por su falta, el hombre simplemente se dedicó a sobrevivir y a sobrellevar los juicios de su Creador. Esto lo aprovechó el malo, el otro lucero, para llenar de malos pensamientos las mentes, comenzar a carcomer los corazones de los hombres que recién planeaban cómo salir adelante con malas ideas, tergiversar la realidad de quién hizo caer a quién, culpando a Dios de su suerte.


Nosotros los humanos, tenemos por costumbre culpar a alguien más antes que ser juiciosos y prudentes y reconocer que pudo ser culpa nuestra algo. Y este sentimiento es en general de la especie humana, porque todos lo hemos hecho, ya sea por soberbia, temor, vergüenza, maldad, etc.


El punto, estimado lector, es que debemos reconocer primero que somos creados de Dios, nacidos de Él. Somos sus criaturas, luego por consecuencia tenemos cosas buenas y malas (Espíritu y carne) implícitas en nuestra piel, siendo el alma lo valioso de nosotros. Lo bueno proviene de Dios. Lo malo proviene del pecado, de la carne, de nuestros deseos personales mundanos. Pero desgraciadamente mucha gente es engañada y cree que todo lo malo viene de Dios como castigo o por crueldad.


Recordemos que la idolatría es creación del hombre por consejo del diablo. Crear muchas deidades y religiones alternas al Supremo Creador es una celada para así evitar el hombre regrese al punto cero, al inicio y sepa cómo cayó de su gracia antigua.


El enemigo desde un principio ha buscado destruir a Dios, su creador, cuando fue soberbio y creyó podría aspirar a tener semejante título, ser Dios. Engañó a otros ángeles y así fue destituido de su cargo y echado fuera de la corte celestial junto con los que le creyeron. Luego, después de la creación de la tierra en que vivimos actualmente, la ha convertido en el mundo, en su mundo y principado y trajo al hombre para esclavizarle. ¿Le preocupamos? NO, sino que usa al género humano para blasfemar al Santo Dios, quiere quitarle a sus preciados tesoros, nosotros los humanos, mediante tentaciones, avaricias, guerras, enemistades y todo sentimiento soez y perverso que pueda uno imaginarse. Con el tiempo, hasta la misma tierra será manchada de tanta maldad cual olor de podredumbre y Dios, mediante su enorme misericordia, ha dispuesto canales de rescate para los que son suyos antes de ejercer total juicio y destrucción de lo malo.


El primero fue la ley, dada a los judíos y los primeros habitantes. Sólo algunos eran capaces de poder cumplirla y con el tiempo el mismo enemigo se infiltró y convirtió la fe en religión manipulable. El judío dejó de buscar las virtudes espirituales (fe, esperanza, misericordia, amor) por buscar victorias terrenales (derrotas de reinos, otras religiones, riquezas, fama y poder).


Así, viendo que su pueblo se vio perdido entre tanta confusión, el generoso Padre envió al rescate de los suyos; no a un ángel, ni a un profeta, ni a un santo… Envió a su Hijo Jesús, a decirles que tendrían que regresar a lo que fue antes de la religión judía, la fe que salvó a Abraham, a Isaac, a Jacob, incluso a David. Testimonios que quedaron, como con los grandes profetas de antaño, Isaías, Jeremías, Daniel, Ezequiel, Zacarías, etc., de la fe no en un Creador, sino en un Padre: Jehová Dios. Jesús, se despojó de toda su gloria y tuvo que venir y vivir como nosotros los humanos, sentir lo que sentimos, pensar como pensamos, estar como estamos, necesitar como necesitamos.


Durante la tentación, se dio cuenta Jesús cómo el malo tenía apresada a las mentes humanas. Creó necesidades falsas, los placeres como perversión de una necesidad, el deseo exagerado de superar lo establecido por Dios creando, innovando, retando a Dios y finalmente la ansiedad de poseerlo todo en este mundo (no tierra). En sus inicios, el Cristo comenzó a explicar la llegada de los tiempos, pero la generación adúltera y perversa no cooperó, sino que cerró sus oídos y corazón. Y tiempo les dio, pero no accedieron a cambiar, pues esperaban a un rey victorioso e implacable y en cambio recibieron a un sabio y humilde maestro.


A Jesús no le quedó de otra que abrir la puerta al resto, a los gentiles a su tiempo. Finalmente él venía por todos, pero primero por los suyos, los de su Padre. Externó juicios contra la perversa religión y sus seguidores, el cáncer del pueblo, aliado al poder humano de Roma. Le crucificaron y mataron, esos malos y el príncipe de este mundo, creyendo habían vencido. Pero no. Tarde se dieron cuenta que con la muerte del Enviado, del Hijo, el precio requerido para pagar por toda la Humanidad desde Adán hasta el último nacido habría sido cubierto por JESUCRISTO. Por tanto, decidieron negar la muerte y resurrección, diciendo que habían robado el cuerpo del Cristo. Incluso, callaron con muerte a los que se atrevían a confesar lo contrario.


Pero nuestro Salvador, habría de ascender, explicándonos que él tenía que subir para recibir el segundo mejor regalo para nosotros los humanos, el Espíritu Santo. ¿Por qué no se podía quedar? Porque por medio del Espíritu Santo, saldrían más personas: discípulos, maestros, evangelistas, etc., seres dispuestos a continuar lo que el Señor inició: rescatar a los suyos.


Ahora pues, tenemos referencias más cercanas: a Pablo, Bernabé, los once apóstoles, Timoteo, Cornelio, Aquila y Priscila, etc. como testimonios que ahora, como ayer, es la fe Y NO LA RELIGIÓN, lo que salva. El Autor de nuestra fe es Jesucristo mismo, al creer y saber que sólo con su sacrificio seríamos por fin cubiertos por la inmejorable oportunidad de ser redimidos. ¿De quién? Pues de la muerte, el pecado y el diablo.


Mas ahora, con el paso del tiempo, el enemigo ha vuelto a la carga, a tratar de poner nubes de confusión entre nuestros congéneres, creando una infinidad de conceptos malvados para taponear la luz que viene de lo Alto, que Cristo entre en las mentes y corazones y para que puedan abrir los ojos, puedan ver, puedan sentir, puedan creer y sean sanados y salvados.


El enemigo sabe que está perdido. Trata de ganar más adeptos como desde un principio, ahora con nosotros los humanos, para seguir tratando de derrotar a su Creador. Pero Cristo vino y está en espera de que los suyos vengan a su llamado, aunque la falsa ciencia, la religión, el ateísmo son sólo algunas artimañas que el enemigo usa para que lo que vivifica, LA FE EN JESUCRISTO, salga al conocimiento. Siempre ha sido la fe, la misericordia y el amor. ESO es en esencia Dios, a quien ahora debemos considerarle NO SOLO CREADOR, SINO PADRE, por Jesucristo quien por medio de él podemos acceder a semejante gracia.


Recientemente el hombre fortaleció un resentimiento contra Dios, por lo que pasa en el mundo (contaminación, guerras, eventos atmosféricos cada vez más poderosos, enfermedades, muertes, hambrunas, etc). Lo que no se dan cuenta los detractores es que Dios JAMÁS ha deseado eso para sus criaturas, de otro modo, jamás nos hubiera creado un jardín especial. Si Dios hubiese deseado eso, ya habría exterminado todo, como si no tuviese semejante poder pero ¿Dónde pues estaría el amor y la paciencia? Las cosas debajo del sol ocurren por propósitos. Si fuéramos sabios, entenderíamos muchas de las cosas que pasan. El enemigo es un oportunista, es un ser malvado sin redención que ofusca las mentes diciendo que todo es de Dios, que Dios se ha olvidado del género humano pero ¿Quién hizo caer al hombre? Luego Jesucristo vino a hablarnos de lo que verdaderamente es Dios para con nosotros los humanos, UN PADRE, y el adversario declara que es un Dios iracundo y cruel.


Definitivamente por el Espíritu he discernido cosas de lo que ocurre en este planeta, que no es plan de momento especificarlas, pero lo importante es que sepamos nosotros, los humanos, que tenemos un PADRE amoroso, misericordioso, justo y eterno en espera a los que no le conozcan le reconozcan y le conozcan para que junto conmigo, sean de nosotros los humanos que somos hijos de Dios por la fe en Jesucristo.


Tan sencillo es ¡Qué difícil es! Pero para Dios y en el Espíritu, posible es. Por tanto, escuchar menos lo de abajo y escuchar lo que viene de arriba, para alcanzar salvación, paz, gracia y sabiduría.


Que el amor del Señor Jesucristo cubra sus mentes y corazones para que sean guardados en la fe y sean sus almas luz de intensidad fulgurante agradable para el Padre que está sentado en su trono, en la Gloria Celestial, Amén.

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