La hipocresía, amado lector, es un estado almático malvado que no lleva a buen puerto una vez que se perfecciona. Es un estado de pobreza espiritual notoria porque la persona en cuestión es incapaz de ser sincera. Una persona hipócrita es alguien que finge una emoción con respecto a otra y, al tratar con esa persona, le hace creer por medio de palabra, tonos de voz, gestos o hechos que busca su bien cuando realmente busca hacerle daño.
El mismo Señor Jesucristo nos advierte en la Escritura que debemos estar alertas a esas personas porque siguen el ejemplo de su príncipe de este mundo al emular emociones de piedad, amor y misericordia, siendo que en su interior albergan odio, envidia y avaricia. Y no me refiero a los hipócritas que están afuera, sino a los que están dentro de la iglesia. Ésos son los que tenemos que observar y expulsar de las congregaciones. Porque sólo buscan su gloria y beneficio importándoles nada que el evangelio de nuestro Señor Jesucristo se expanda. Luego, juzgan y mutilan el cuerpo, tergiversando la escritura.
Amados míos, practiquen la sinceridad en sus palabras, hechos y emociones. Sean de un solo sentir; si ignoran algo, instrúyanse diligentemente; si deben algo, sáldenlo con alegría; si hay confusiones, hay que aclararlas en mansedumbre; si hay enojos y desacuerdos, arréglenlos entre los involucrados en paz; para que el enemigo no gane terreno en esas brechas.
Porque sepan que quien abraza a su prójimo y dice que le ama cuando no le ama, está mintiendo y la mentira es aborrecible ante los ojos de Dios. El Espíritu es sabio: siempre tendrá las palabras correctas en el momento adecuado. Por tanto, la hipocresía no es del Espíritu. Si de algún modo hay alguien que la practique, apártese de seguir haciéndolo que ella es como una doncella pecaminosa.
Jesucristo mismo nos enseña a ser sinceros, al ser de pocas palabras y descubrir la falsedad de escribas y fariseos que le odiaban puesto que con el poder de su palabra les desnudaba ante el pueblo judío. Y ellos sabían lo que no hacían para que el pueblo de Dios fuese sanado. Por eso su pecado es mayor y el celo enorme del Señor Jesús contra ellos.
Y lo mismo ahora, los que cierran las puertas a las bendiciones espirituales de sanidad y sabiduría saben lo que hacen pero sus mentes están cauterizadas. Por eso los hipócritas NO tienen cabida en el reino de Dios, ni son salvos. Deben amados míos, alejarlos de sus vidas pues ellos son capaces de confundir. Pero no teman porque el Espíritu dentro de ustedes sabrá desenmascararlos así como el Señor lo hiciera hace dos milenios. Que la paz y gracia del Señor Jesucristo habite en sus corazones y os guarde sin mancha en este mundo. Amén.
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