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Tres versículos de Poder


Primer versículo Colosenses 2:9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad, este versículo es poder para los que lo oyen, lo lean o lo escriban, de cualquier forma que adquieran este conocimiento es para gozo del espíritu que en Cristo está la extensión del conocimiento de Dios.


Solamente en Jesucristo se expresa el amor del Padre a los hombres, no hay otro nombre en el cual hay agrado en el único y sabio Dios creador de los cielos y la tierra. Siguiendo el versículo de Colosenses 2:10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. Este versículo confirma en que si creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios (ver Jesucristo es el Hijo de Dios) estamos completos, esto es; que no nos hace falta nada para estar en Dios nuestro Padre.


Él es cabeza de todo principado y potestad ¿Qué más queremos? ¿Qué más puede anhelar nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo)? Todo está en el dominio de nuestro Señor Jesús; digamos que no hay nada que él no pueda ayudarnos, él está en todo, no hay cosa que en su señorío no reine Jesucristo; el Padre le ha otorgado esa potestad en todo lo corpóreo, en todo lo material y en toda cosa visible y de nuestros sentidos y también en lo espiritual, no hay nada fuera de su contorno, no hay vacío, todo lo llena la majestad del Señor Jesús.


Te exhorto amado lector a que dejes todo por el Señor Jesucristo, cree de todo corazón que él es el Hijo de Dios que vino al rescate de muchos y vive esta plenitud también, el Espíritu Santo contiene todo lo que necesitas saber del Señor Jesús.


Él te devolverá lo que dejaste y te lo multiplicará, vive ese poder y experimenta en ti la gran vida espiritual que nunca te habrías imaginado vivir.


Segundo versículo 2 Tesalonicenses 2:13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.


Cuando me hablaron de la salvación y me dijeron que era para siempre si creía que Jesucristo era el Hijo de Dios me complació de una manera especial en mi interior, pensé: “me parece gratuita, me parece cómoda ¿Qué puedo perder? ya mi religión está entrampada con mis preguntas, no hay respuestas ajustadas a la biblia”… Estaba al borde de aceptar, pero el hermano evangelista se dirigió a un hermano y se entretuvo, me dio la oportunidad de seguir pensando: … “Hay un motivo fuerte que Dios quiere para mí, ¿Qué he sido yo para que se fije en mí? ¡Qué suerte tuve al venir a esta reunión! He aprendido muchas cosas con estos hermanos, me queda claro que es conveniente declarar a Jesucristo como Hijo de Dios en donde hay muchas promesas que puedes vivir, por cualquier cosa me conviene, es más ya siento algo dentro de mí que es la mejor decisión que habré tomado, me gusta en mi interior, siento paz y alegría de creer que Jesucristo es el Hijo de Dios. No hay en mi duda”


¡Sí creo! contesté y confesé que Jesucristo es el Hijo de Dios, desde ese momento lo creí en mi mente, lo guardo en mi corazón y lo confieso con mis labios a toda criatura digna de recibir estas palabras de poder.


Desde mi conversión del mundo a ser de los hijos de Dios por la fe en el Señor Jesucristo; jamás he experimentado duda de mi salvación, que no es por mi obra, porque sé que el Señor Jesucristo realizó la obra redentora de mi alma, que a medida que creía más en su palabra aumentaba mi fe en la verdad y que esta manifestación no venía de mí mismo sino de un poder en el interior que se movía en mi para comprenderla y aplicarla, ese poder es el Espíritu Santo que está haciendo la obra en mí y obedece a vivir el evangelio y desechar al mundo y sus corrientes.


Es cierto que el enemigo de Dios pone en mi mente que no es cierto lo del Señor Jesucristo, que es un invento del hombre y quien sabe cuántas cosas más, pero discierno espiritualmente de dónde proviene el ataque y lo desbarato en el nombre del Señor Jesucristo. La salvación no se pierde, es una gran verdad para los que hemos sido escogidos por Dios, para los que no han sido escogidos y no permanecen en la palabra del Señor Jesús ya no me pertenece juzgar. Yo creo que soy salvo por la fe en el Hijo de Dios, me da testimonio su Espíritu Santo.


Si tuviera oportunidad de escribir día a día lo que me ha acontecido no tendría las palabras, ni el tiempo para hacerlo. Lo que sí es un hecho que este versículo es de poder por cuanto me confirmó lo que el Espíritu Santo me dio en mi nacimiento como hijos de Dios.


Tercer versículo Filipenses 3:15 Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. Si leyésemos este versículo aislado podría interpretarse que Dios nos hizo perfectos y que debemos de sentirnos perfectos, o sea que todo lo que hagamos es perfecto, ya que si lo creemos y lo sentimos somos perfectos. Esto es un versículo de poder pero no con esta interpretación, la perfección llegará en los hijos de Dios y una vez llegada nos desplazamos a la vida eterna. La perfección no es potestad de los hijos de Dios, ni es promesa del Señor Jesucristo para vivirla, es para hacerte llegar en ella por él y luego retirarte de este mundo.


Para interpretar correctamente este versículo escrito a los filipenses que es necesario mencionarlo se consideró un ejemplo a seguir por las iglesias de su época de su gran amor para los hermanos y fe en el Señor Jesucristo. Transcribiremos íntegramente algunos versículos anteriores y posteriores al versículo de poder antes descrito en Filipenses 3 1 Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro. 2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. 3 Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. 4 Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: 5 circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; 6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. 7 Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. 12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús 16 Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa. 17 Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.


La revelación que nos da el Espíritu Santo sobre estos versículos es que los hijos de Dios sean siervos o no debemos de estar anhelando vehemente los asuntos espirituales de nuestro Señor Jesús y de vivir el evangelio del Señor Jesucristo en toda la extensión como lo vivió nuestro Señor Jesús, el apóstol Pablo se excluye en la perfección y solidifica el anhelo de proseguir a la meta con el llamamiento que Dios le concedió.


La perfección en nosotros no es un acto consumado de obras perfectas y que seamos llamados así, no, el ser perfectos es sentir que todas las vivencias que tengamos sean en Cristo Jesús es decir, las espirituales que contengan las misiones y visiones en nuestra vida, sigamos el ejemplo del apóstol Pablo en buscar las cosas del Señor Jesús, esto no es para todos, no todos los hijos de Dios tienen esta llamamiento.


El apóstol Pablo escribió que el vivir es en Cristo y el morir es ganancia; da por un hecho que lo mejor es la eternidad, que si estamos en este mundo tenemos que vivir a Cristo en nuestras vidas, cumplir sus mandamientos, seguir sus ordenamientos mantenerse alejado del mundo en pensamiento, renunciarse a sí mismo, cargar su cruz, ejercer el ministerio otorgado, ir en pos de Él, sufrir, padecer, ser afligido, vituperado, en fin, todas las vivencias mostradas en el nuevo pacto por el Señor Jesús.


El apóstol Pablo remarcó diciendo: no la he alcanzado y no soy perfecto. Con todo respeto a los hermanos que dicen ser perfectos, no creo que hayan vivido estas acciones de vida del apóstol Pablo para declarar que son perfectos, los pecados, las debilidades, las tentaciones, la rebelión de nuestro cuerpo y los ataques del enemigo son duras pruebas que asechan la vida de los hijos de Dios.


El versículo que mi espíritu declara con poder es el que se menciona en Filipenses: Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.


Somos perfectos por cuanto estamos investidos por el Espíritu Santo de Dios de hacer todas las cosas en Cristo Jesús, que si respiramos, pensamos, nos gozamos, hablamos, escribimos es para Cristo, es nuestra perfección. La perfección humana la llevará a cabo él en nuestras vidas, como él quiera en el tiempo y lugar que él nos ha destinado. Recordemos que nuestro ciclo espiritual es nuestro origen, travesía y destino y solo el Señor sabe como buen alfarero cómo nos moldeará. Amén.


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