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Editorial 22

La paz, la gracia y la sabiduría del Señor Jesucristo en vuestro espíritu amados lectores.


En el trayecto de mi vida en Jesucristo he visto a los hermanos de la iglesia sufrir diversos padecimientos que verdaderamente me han puesto a pensar en las diferentes circunstancias que nuestro Padre utiliza para tratar con nosotros, como buen alfarero en su trato va quitando de nosotros todo vestigio humano, carnal y almático y poco a poco lo espiritual va envolviendo nuestro ser con el propósito de ir doblegando las cosas de la carne y ponerla en manos del Señor para su servicio, testimonio u obra.


Ya con el transcurso del tiempo en la vida espiritual el Señor nos va permitiendo tener la fortaleza y templanza para sostener el sufrimiento con el debido gozo, cosa que no hubiera sucedido así si en los inicios como brote tierno, alguna cosa fuerte nos hubiera sucedido podría habernos quebrantado y el Señor que conoce y sabe todo lo de nosotros fue dándonos en nuestros inicios la experimentación y transformación de nuestras vidas con un crecimiento y desarrollo espiritual para el soporte de la prueba y de la disciplina.


Aspirar a que el Padre haga su obra en nosotros es el deseo ferviente de los hijos de Dios, no somos nosotros los que vamos agradar a Dios con nuestras obras carnales sino el verá la sangre de su Hijo en nosotros a fin de irnos perfeccionando; primero en el conocimiento de Él, luego darnos a conocer su propósito en nosotros y luego perfeccionarnos para realizar las obras en su iglesia, es necesario que conozcamos, obedezcamos y padezcamos, es el proceso de liberación de nuestra alma en el espíritu. Algunos tendrán el momento de conocer, otros de conocer y obedecer y a los más bienaventurados de vivir los tres momentos.


De ahí siempre la insistencia de fundamentarnos con lo básico de sus enseñanzas que nos pide el Señor para tener una vida útil y en abundancia a todos los que han creído en él, ya que todo su propósito es que reconozcamos que el camino que nos ha impuesto es un gracia o sea, que se recibe, no hay que hacer nada por merecerla, nos ha dado el Padre una gracia que abunde en los corazones de la fe, cosa distinta a los judíos, Dios les dio una ley para que la hicieran, la observaran y la cumpliesen.


Qué distinto proceder de nuestro Padre y qué distinción tan grande recibir la salvación por su Hijo Jesucristo a lo cual solo hay que creer para ser dignos de una vida eterna, como está escrito en su palabra: “para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder, para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo” Amén

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