La gracia de nuestro Padre y la paz del Señor Jesucristo en vuestro espíritu.
Los hijos de Dios por la fe en el Señor Jesucristo congregados como iglesia de Dios en toda la tierra es un testimonio a la humanidad de que el Señor está en nosotros, por nosotros y con nosotros. Él ha prometido estar con nosotros hasta el fin de los siglos. La iglesia espera su arrebatamiento, su encuentro con Él en el aire y reinar los mil años con Él en el milenio en su primer tiempo de eternidad.
Hay una mala interpretación al lugar de nuestro destino después de partir en este mundo, hay que definir nuestra estancia en la eternidad, la salvación se experimenta cuando se transita en este mundo, se pasa de muerte a vida y en el transcurso de nuestra vida se experimenta la eternidad con el Padre y nuestro Señor Jesucristo a la cual hemos sido convocados para vivir por siempre por todos los siglos de los siglos.
No despierta un gran interés nuestra promesa futura entre los creyentes de Jesucristo, pueden más los sentidos y los deseos de nuestra carne por este mundo perecedero y efímero, porque distraerse en la corriente de la sensualidad y los proyectos cortos que ofrece el enemigo de Dios.
Los que son de este mundo y no están destinados a ser hijos de Dios es correcta su forma de vivir, de existir en su trayectoria de vida, para eso han sido creados, ellos están justificados en hacer lo que hacen, en creer en lo que crean, en pensar en lo que piensan ellos están en su correcta aplicación de vida, han sido diseñados para no conocer las bondades y misericordias de nuestro Padre, saben de su existencia y por una causa u otra no les permitirá acercarse, no importa su estudio, su condición, su raza, su género, edad, su posición social. Ellos tendrán la excusa perfecta para ignorar la voluntad suprema de Dios en nuestro tiempo.
Lo que sí es de discernir y de tomar en cuenta es en los que les ha sido dado el conocimiento de Jesucristo, es inexplicable por qué no siguen fielmente su palabra, pues porque no tienen el anhelo, ahínco, perseverancia de agradecer a nuestro Padre que los ha elegido desde antes de la fundación del mundo de hacer la voluntad perfecta y de obedecer su mandamiento que oigamos, veamos, creamos, confesemos y publiquemos a Jesucristo como su Hijo, con el mismo desenvolvimiento, gozo, contentamiento que se mueven los del mundo en su mundo.
Teniendo una gran verdad, una excelente promesa, una valiosa oportunidad de vivir en el Espíritu, de conocer más de su palabra y de promulgar su amor por nosotros, no te has preocupado por tu vida espiritual y dejas que otros se apoderen de tu voluntad para dejar a un lado a Jesucristo. Haz un alto en tu vida, determina y conoce si tu vida está fundamentada en la sana doctrina del Señor Jesucristo, sino es así, vuélvete a la vida en Cristo Jesús. Amén.