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La separación y divorcio en los hijos de Dios

El matrimonio que se realiza en ignorancia en el rito católico, protestante o denominacional realizado ante un hombre no tiene validez ante el Señor Jesús. Este hecho religioso es una atadura y ligazón con mandamientos humanos, y se ha convertido como lo profetizó el Señor Jesús en Mateo 24:37-39 37 Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. 38 Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, 39 y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. El verdadero matrimonio es el que se realiza en Jesucristo en la libertad del Espíritu Santo.


El matrimonio ante el Señor Jesucristo es un testimonio importante para los intereses del reino de Dios, constituye el inicio para formar una familia, hijos e hijas consolidan la casa del Varón. La familia unida a Cristo es una gran bendición de nuestro Padre y en el mayor de los casos siempre antecede, porque un cónyuge recibe el llamado de Jesucristo con gran fe y hace posible la promesa declarada en Hechos 16:30-34 30 y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31 Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. 32 Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33 Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. 34 Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios. Otro ejemplo es el que se describe en el mismo capítulo de Hechos 16:14-15 14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. 15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.


La separación o divorcio entre los hijos de Dios (Esposo y Esposa) es improbable que se lleve a efecto, pues revestidos de Jesucristo y provistos del Espíritu Santo, sentirán el perdón de un cónyuge a otro como una necesidad para manifestar que Dios está en ellos, acatando lo que dijo el Señor Jesucristo en Mateo18:21-22 21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.


Quizás es la relación que más se puede incurrir en este caso, por la comunión a diario con que se convive y en el cual se suceden desavenencias, conflictos y diferencias, que van enfriando las relaciones en una pareja.


Mas si llegase a suceder por una causa de debilidad de atracción a otra persona (veremos más adelante el tema fornicación y adulterio) se tendrá que acudir a lo que está escrito en Mateo19:8-9 8 Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. 9 Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.


Con una condición que se vuelve repetir en 1 Corintios 7:10-11 10 Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; 11 y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.


Se hace la advertencia a la pareja de los hijos de Dios que dispongan de un espacio y tiempo para vivir solos en paz y armonía y que no busquen asesoría externa, sino que se refugien en la palabra de sabiduría del Señor Jesucristo para su asunto. En ningún momento es permitido tener relaciones fuera del matrimonio, es una práctica mortal, procede de la debilidad de la carne y del engaño sutil de Satanás, para perder el reino de Dios en tu vida y trae consecuencias gravísimas para el futuro.


Lo aconsejable es reconciliarse, puros y sin contaminación y reiniciar su unión ante Dios.

En la vida diaria sucede cuando un cónyuge reconoce a Jesucristo como el Hijo de Dios y el otro cónyuge, al pasar meses inclusive años no quiere nada ni comprometerse con el Señor Jesús y la relación no va acorde a un vivir en paz y amor se tendrá que aplicar el siguiente versículo: 1 Corintios 7:15 Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.

Y se recurrirá a los tribunales para definir la situación legal, así como la de los hijos.


En este caso si el cónyuge creyente encuentra a un hermano o hermana en Cristo, y deciden formalizar una relación, podrán casarse bajo los principios que se han establecido en el estudio del matrimonio de los hijos de Dios esto es conforme a lo ordenado por el Espíritu Santo. Se vuelve a insistir no se pueden casar de nuevo con un(a) incrédulo(a).


Ningún hermano puede intervenir en un problema de un matrimonio de los hijos de Dios. El hermano que lo hiciese podría incurrir en juicio.


La pareja de cónyuges resolverán su conflicto conforme al Espíritu Santo.

En caso de que un cónyuge sea sorprendido en adulterio, la iglesia juzga y lo puede separar, hasta que cambie su actitud y condición.


En el mundo se presenta un alarmante descomposición social y familiar por el aumento considerable de separaciones y divorcios, trayendo por consecuencia fornicación, adulterio y relaciones sexuales libertinas, que van contaminando cada vez más la sangre de los que practican dichos pecados que conllevan a problemas en el cual se desintegra el tejido de una sociedad, haciéndose vulnerable a la decadencia y denigrante convivencia social.


No nos cansaremos de insistir en que nazcan de nuevo, háganse ignorantes y vuelvan a leer en orden el nuevo pacto que Dios ha establecido para la iglesia de Cristo y comprendan que es mejor creer y obedecerlo antes que los hombres. Amén.


Por favor leer el capítulo completo de 1° Corintios 7.






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