Paz y gracia de Jesucristo a los lectores dispersos en la red necesitados y hambrientos de su pan de vida. El Señor Jesucristo está preparando su iglesia a que esté sin mancha, sin arruga, sin contaminación y sirva como testimonio vivo de su amor por ella ante los ojos del mundo. Hace la obra por medio de su espíritu.
Nos demanda a estar en paz en cuanto dependa de nosotros con los demás hombres, que prodiguemos el amor aun a nuestros enemigos, a que vivamos el amor entre todos los hijos de Dios y, en nuestras relaciones sociales humanas, laborales y familiares a mantenernos en concordia, pero no a tener comunión con sus cosas, nos propone a orar por todos los hombres a que vengan al conocimiento de Jesucristo.
La iglesia de Cristo exhorta (acercar a la escritura) y amonesta a todos aquellos que presiden y pastorean congregaciones a que reaccionen de la inercia que van cayendo, tratando de imitar con las fuerzas y recursos del mundo, olvidándose de las verdaderas y poderosas obras que Dios ha preparado para todos sus hijos.
El Padre y el Señor Jesucristo mora en nosotros, el espíritu no necesita del mundo, es éste el que necesita del poder, justicia, paz, amor y misericordia de nuestro Padre que está en los cielos. Los del mundo y el enemigo de Dios saben de la potencialidad de los hijos de Dios. El Espíritu Santo quiere liberar su poder en la vida útil y servicial de los servidores de Cristo.
Alejarse de las corrientes de este mundo es la constante tarea de la iglesia de Cristo, porque es inaceptable mezclarse con religiones, sectas o denominaciones, es inadmisible participar en la corriente ecuménica que está en el mundo.
Somos luz del mundo y la sal de la tierra, somos el cuerpo de Señor Jesucristo revestidos de su misma esencia. El mundo se asombra al ver que el espíritu de Dios mora en nuestros cuerpos carnales. Recuerda esto: nuestra ciudadanía y nuestros tesoros están en los cielos, no aquí. Y pregunto ¿Quién cuidará al mundo cuando llegue el fin de la iglesia de Cristo en la tierra, después del arrebato? Amén.