A los que profesan y aman al Camino, la Verdad y la Vida:
Amados hermanos en Jesucristo, repartidos en todo el orbe y partícipes de esta preciosa fe en este idioma castellano: paz y amor sean añadidos en su espíritu. Amén.
El que escribe, forma parte del cuerpo editorial del blog “La Sana Doctrina del Señor Jesucristo” en la dirección web http://lasanadoctrina2014.wixsite.com/lsdsj Estamos de plácemes espirituales, porque nuestro ministerio ha sido fortalecido por nuestro Señor Jesucristo a lo largo de estos cuatro años habiendo comenzado nuestro andar desde el lejano abril de 2014 y se nos ha concedido llegar satisfactoriamente al número 200 en estos albores del 2018. Bendigo y alabo el nombre que es sobre todo nombre. Él, nuestro Buen Pastor es nuestro protector y quien nos da la garantía de vida eterna.
Es por él que estamos fieles en esto de seguir escribiendo, a pesar de los pesares. No ha sido, sin embargo, una tarea sencilla. Desde el principio, hemos enfrentado y sorteado diferentes situaciones adversas, de las cuales de todas nos ha salvado el Señor Jesucristo. Al igual que los apóstoles antecesores nuestros, hemos padecido enfermedades, diferencias en cuanto doctrina, división física al principio, cuestiones del mundo que nos han obligado a posponer, pero no a dejar de escribir este blog. El mundo se ha dedicado en poner lazo a nuestro cuello, en querer eliminar la obra, en tratar de desviar nuestra atención hacia lo superfluo, pero conservamos en nuestro espíritu el ánimo de seguir escribiendo conforme a la revelación que el Espíritu Santo tenga a bien darnos en el presente y futuro.
Es el Señor y no el hombre quien hace posible esto, a él sea toda la gloria, honra, poder, majestad, dominio por los siglos de los siglos, amén. Sí, porque así le plació al Padre. ¡Amén! Porque solo el Señor Jesús fue digno de ser obediente hasta la muerte. ¡Así sea! Porque es tanto su amor por su novia que sufrió para abrirnos una escotilla de salida ante el negro futuro de muerte y condenación eterna. ¡Aleluya! Porque todos estos misterios son ocultos al mundo y al enemigo y, sin embargo, son dados a nosotros por su gracia.
Es de sumo gozo nos tengan contados como locos, pues es la señal inequívoca que vamos bien en el Camino. Es de buenaventura andemos por fe, esperanza y amor, porque eso nos garantiza que tengamos vida, y seamos capaces de dar testimonio de Jesucristo nuestro Maestro y Señor.
De bendición es que conozcamos que nuestro Padre sea Dios, porque ya no somos huérfanos ni desventurados, tenemos al fin un propósito por el cual vivir (agradarle y desear regresar a Él) y un modo fuerte de renunciarnos a lo mundano.
¿Y qué? ¿Lo digo como para enseñorearme? ¡No! Sino como de gozo, el mismo gozo de aquél humilde jornalero que sabe que su día de trabajo termina, va a casa y al calor de la cena y plática familiar, duerme y descansa porque otro día de trabajo vendrá. Y entonces, ¿cómo lo digo? Que, trabajando en las cosas del Señor, ejemplifico a ustedes amados hermanos que sea lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, no dudando sino creyendo que nuestro Salvador de buena gana nos sostendrá y sustentará.
Porque nuestra obra como la de algún otro, nada es si no es por y para amor, sustentados en la Roca que es Cristo Jesús y con el único fin de que éste y otros sujetos hagan que Jesús de Nazaret sea el Predicado, la Acción y el Verbo hecho carne. ¿Importa el nombre de quien escribe? ¡No! Porque ya está escrito en el Libro de la Vida por el puño y letra de Aquél que le trajo a su Hijo y ahora el Hijo le muestra el camino al Padre.
¿Y qué espera? Que estas letras, el tiempo que estén disponibles para ser leídas sean inspiración para que crean, se fortalezcan y se cimienten sobre la misma base en la que nos ha sostenido nuestro amado Señor Jesucristo, y salgan de ella: de la religión, de la falsa doctrina, de la leuda, de la muerte espiritual.
¿Luego, la obra es mía y de los colaboradores? De ninguna manera, sino de Quien hablamos y a Quien servimos, obedeciéndole de buen ánimo. Porque ¿Qué empresario alimenticio es capaz de decir por sí mismo “este alimento en particular es mío”? Pues lo que le importa es que su producto llegue a las manos consumidoras, así también nosotros: no importa quién se beneficie de lo que escribamos, sino importa que se beneficien de lo que el Padre les da, ya que El mismo que confundió la lengua de los soberbios en Babel, vino también a establecer no solo una patria sino un lenguaje siendo el Alfa y el Omega, el principio y el fin de todo discurso: Temed a Dios y Guardad sus mandamientos. Y escribimos según lo que nos es revelado, en ese lenguaje en que el Señor Jesús habla y que sólo sus ovejas oirán y entenderán.
Puesto que nosotros, como los demás colegas de profesión en divulgar la sana doctrina del Señor Jesucristo, cual planetas giramos alrededor de nuestra fuente de luz y calor, nuestra Estrella Resplandeciente de la Mañana, el Señor Jesús. Así que, hacia donde vaya, iremos en pos de ella nosotros, sus fieles compañeros de jornada por obra y gracia de nuestro Padre, que nos ha puesto en órbita de vida en torno al Cristo, el Mesías, quien con el Espíritu Santo como fuerza gravitatoria provoca en nosotros que nuestro centro de masa y gravedad, sea él, y de esa manera podamos ser capaces de mostrar la vida que los asteroides y planetoides fuera de este sistema solar no tienen.
El agua que el Señor profetizó saciaría a quien la bebiese es la que fluye como torrente dentro de los escogidos, sus depósitos de vino nuevo, de la nueva agua, la que vivifica, haciéndonos templos dignos de ser usados como depositarios de este poder, de este amor de esta vida espiritual. Por tanto, debemos ser como lumbreras que proporcionan luz (proporcionado ese aceite que arde por el Espíritu Santo) y vista a los ciegos, con el fin de que se acerquen, vean, oigan, crean, se conviertan y sean sanados.
Adicionalmente, en un verdor supremo de vida en abundancia, esta misma Vid, la que plantó nuestro Padre, ha de dar muchos pámpanos, lo cuales estando fijos a semejante tronco fuerte daremos fruto y seremos el gozo y la dicha de nuestro Sembrador, Proveedor, Sustentador y Creador. Con sus cuidados habremos de ser la admiración de toda la creación, de los antiguos y de los infieles.
Porque todo alfarero, al crear sus obras, busca el motivo de su victoria, su gloria y honra. Y nuestro Alfarero, quien nos moldea, busca seamos los depositarios de su gozo, de su alegría, de su perfume que huele a vida eterna abundantemente. Quiere que seamos su motivo en el cual Él sea alabado y glorificado por lo que ha hecho, hace y hará. Él nos amolda de modo que el volumen contenido de su aceite sea el máximo posible, conforme a nuestras especificaciones de fábrica previstas por Él. Ser además contendedores de su honra es un privilegio que sólo Él otorga a quienes considera aptos.
Por esto y mucho más, el corazón estalla en gozo y alegría de ser útiles en algo a nuestro Señor Jesucristo. Obviamente aspiramos a más, para seguir haciendo negocios espirituales en favor de nuestro Señor y que al final nos reditúe en una pensión o jubilación (por así decirlo) espiritual que no sea corruptible ni tampoco sea objeto de ser robada, sino asegurada por el Obispo de nuestras Almas, el que vela por nosotros sin cansancio.
Pero también somos prudentes en llevar todo esto en humildad, amor, dominio propio, sujetándonos a los tiempos de nuestro Señor y que sea todo hecho por el Espíritu y no por un deseo de la carne. Seguimos pues, el ejemplo del Cordero Inmolado de andar nuestro Camino.
¿Y ustedes hermanos, sirven al Señor Jesús? ¿Dan testimonio de él en sus alrededores y conforme a sus circunstancias? ¿Leen el nuevo testamento en orden, capítulo por capítulo, versículo por versículo, preferentemente la versión Reina Valera 1960? ¿Oran por la venida del Señor Jesús? Cosas como estas son parte del testimonio real, pero debe haber más, frutos y dones repartidos a todos los creyentes.
¿Hasta cuándo seguiremos en esto? Hasta que el Señor nos envíe ese precioso telegrama espiritual que todo creyente genuino espera: “Hijo mío: prepárate para tu viaje, te espero pronto. Tu Padre”. ¡Maranatha: Cristo viene! El Espíritu y la Iglesia dicen: ¡Ven, Señor Jesús!
La paz y gracia de nuestro Señor Jesucristo sobreabunde en ustedes, amados. Amén.